En su interesante crónica 'Los perros de la guerra', edición #1.067, nos muestran cómo los perros labrador son un complemento esencial en la humana acción de localizar los explosivos regados por los grupos terroristas. Hermanados, el hombre y el animal, luchan por desmontar, con un enorme riesgo, el más cruel e infame medio de vulnerar, indiscriminadamente, a cualquier ser humano. Entre los seres asesinados o lesionados, los niños campesinos son frecuentes víctimas de su curiosidad. Encuentran, en sus recorridos por el campo, minas quiebrapatas y granadas, artefactos de apariencia inofensiva para su inocencia. Al removerlos, explotan repentinamente, y les causan la muerte o daños irreversibles que los afectarán para el resto de su vida. Mucho daño se podría evitar si el Ministerio de Educación, en consorcio con Unicef y el Icbf diseñaran y distribuyeran en las escuelas rurales y sitios públicos de municipios y veredas, carteles con las imágenes de los diferentes explosivos para alertar a niños y adultos sobre el peligro de manipularlos y la necesidad de avisar a las autoridades cuando se topen con cualquiera de estos artefactos. Además, se justificaría dar una retribución monetaria, o en útiles escolares, a los adultos o niños que denuncien su existencia.Jorge Arbeláez ManriqueCali