Se levantó como una exhalación. Cabeceó, -bueno hizo todo el gesto-, con esa gorra negra que siempre lo identificaba. Cuando la red se infló salió corriendo y vociferando. Lo había hecho de nuevo. Una vez más, como tantas otras Miguel Calero enloquecía hasta el llanto a los 35.000 hinchas del Pachuca que llenaron el estadio Hidalgo. Año 2006, partido de vuelta por la semifinal de la Liga mexicana. Las Chivas de Guadalajara estaban a segundos de clasificar. Última jugada. Ahí en el área estaba él. En ese mar de piernas, Calero se destacaba, era el único que hablaba. El único que arengaba. Lo que siguió es historia: gol de Pachuca, (que en realidad lo hizo el también colombiano Aquivaldo Mosquera, pero nadie lo recuerda) clasificación a la final. Locura. La escena retrató a cabalidad al ídolo. Retrató a Miguel Ángel Calero Rodríguez.

Todos y cada uno de los hinchas del Pachuca recuerdan a su ángel. Llegó en el año 2000 a la ciudad de Hidalgo. El Pachuca era un equipo del montón, había ganado tan sólo un título en su historia. Para 2011, Miguel Calero llevó a los tusos a ganar 10 títulos: cuatro torneos locales, cuatro copas de Concaf, una interliga en Estados Unidos, y el más importante de todos: una copa suramericana. No es una cuestión romántica decir que Miguel Calero llevó a los tuzos del Pachuca a convertirse en el equipo más ganador del fútbol mexicano en la primera década del milenio. Miguel era el corazón de esa revolución. Su liderazgo, su fortaleza y sobre todo ese corazón ganador convirtieron a un pequeño equipo del sur a ser el primer conjunto mexicano en ganar una competición suramericana. Calero eterno Junto con Jesús Martínez, el argentino Andrés Fassi levantaron del olvido al club Pachuca. El primero presidente, el segundo vicepresidente deportivo. A principio de la década armaron un ambicioso proyecto deportivo, que con el correr de los años terminó siendo ejecutado por Miguel Calero. Cuenta Fassi que, Miguel era el primero en llegar a los entrenamientos. Compartía tiempo con los jóvenes de las fuerzas básicas, como son conocidas las divisiones inferiores en México. “Siempre tenía una broma para todo, pero cuando se enojaba o algo no le gustaba hasta los directivos teníamos que escondernos”, contó Fassi en algún programa deportivo. Calero siempre fue un luchador. No se trataba de ganar o perder, para Calero se trataba de siempre estar. En junio de 2007, otra vez el rival eran las Chivas. Esta vez se definía el título la copa de la Concacaf, que daba un cupo al primer mundial de clubes organizado por la FIFA. Otra vez, la gorra negra de Miguel Calero. Otra vez victoria. Locura para la gente de Hidalgo. Otra vez. La historia tuvo un giro. En septiembre de 2007, una trombosis venosa en el hombro izquierdo puso en riesgo su carrera. Los médicos le diagnosticaron seis meses de incapacidad a Miguel Calero. Volvió en tres, sólo para jugar el Mundial de Clubes. Como tantas otras veces, Calero llegó. Estuvo ahí, una vez más. Andrés Fassi, califica siempre a Miguel Calero como "el tuzo más grande en la historia" de más de 100 años del Pachuca. "En 32 años que tengo en el futbol es el jugador más completo que me tocó ver, por su calidad humana, por sus ganas, por su pasión, por todo lo que nos transmitió y creo que el murió como vivió luchando". Con una misa en la iglesia del club, el Pachuca le rinde por segundo año consecutivo tributo a Miguel Calero. Basta con buscar algunos videos para dimensionar la colosal despedida que le tributó la hinchada del equipo, mejor la hinchada del fútbol mejicano, a Miguel Ángel Calero Rodríguez. Le preguntaron a Maira Rubiales, hincha del Pachuca, ¿cuál era el mejor recuerdo que tenía de Miguel Calero? Ella sonrío. Tomó aire y simplemente atinó a decir, “quién dijo que Calero no está, si todos los días lo vemos gritándole ese gol a las Chivas. Calero es eterno”.