rown & Root (KBR), perdió la vida.Arias "murió el sábado 29 de noviembre por una herida de bala que recibió cuando el convoy en el que viajaba fue atacado con armas de corto alcance cerca de Kirkuk", según narró a SEMANA Wendy Hall, directora de relaciones públicas de Halliburton, compañía de la que KBR es subsidiaria en Irak. A pesar de no dar más detalles, Hall confirmó que Arias trabajaba "en un proyecto de apoyo al cuerpo de ingenieros del ejército estadounidense, encargado de construir plantas petroleras". A su muerte se sumó la de dos diplomáticos japoneses, siete agentes de inteligencia españoles y dos surcoreanos, empleados de la compañía Ohmoo Electric, que instala redes eléctricas. Pero no es de extrañar que las compañías sean el nuevo blanco de la resistencia. Pues si hay algo claro en el caótico Irak de la posguerra es que las grandes empresas estadounidenses se están llevando el dinero de la reconstrucción. Los jugosos contratos van desde rehabilitar redes eléctricas y construir acueductos hasta proveer computadores para las bases militares, facilitar apoyo logístico y asesorar al nuevo gobierno, pasando por contratos para evaluar a las mismas compañías contratistas.El grueso del botín, sin embargo, corresponde a las gigantes petroleras. Y KBR/Halliburton, la compañía que presidió el actual vicepresidente estadounidense Dick Cheney y donde trabajaba Arias, es la que se queda con la tajada del león. En efecto, el 25 de abril, una semana antes de que George W. Bush declarara el fin de la guerra, el gobierno de Estados Unidos le otorgó a KBR un contrato de 2.000 millones de dólares por los próximos cuatro años para reparar los daños de la industria petrolera en Irak. Contrato que, de lejos, es el negocio más grande en ese país. Pero que a pesar de sus evidentes conexiones con el gobierno de Bush, está protegido contra cualquier demanda. El mismo Bush firmó en mayo 22 una orden ejecutiva (una figura legal equivalente a un decreto presidencial) que le da inmunidad frente a cualquier proceso judicial a cualquier entidad con intereses, directos o indirectos, en el petróleo iraquí. Y el de Cheney, aunque escandaloso, no es el único caso. Un estudio recientemente publicado por el Centro para la Integridad Pública reveló que en los últimos dos años, 70 compañías norteamericanas han ganado más de 8.000 millones en contratos en Afganistán e Irak. De estos, los 10 contratos más grandes les fueron otorgados a compañías en donde trabajan antiguos empleados de alto rango del Pentágono, el Departamento de Estado y el Congreso. Precisamente, esos 10 contratistas donan grandes cantidades de dinero a los partidos y a los candidatos presidenciales, de los cuales George W. Bush fue el candidato que más dinero recibió en la campaña presidencial del año 2000.No obstante, muchos defienden el sistema de otorgamiento de contratos, y argumentan que se trata de un proceso altamente técnico y aislado de presiones políticas. KBR, según ellos, habría ganado una competencia abierta por sus méritos profesionales y por sus años de experiencia en la reconstrucción de bases petroleras luego de la guerra de los Balcanes. Además, las grandes compañías deben -aunque no están obligadas- subcontratar la mayor cantidad posible de empresas iraquíes. Así, compañías como la misma KBR o Bechtel Corp. aseguran que han subcontratado, hasta el momento, la mitad de sus proyectos a las industrias iraquíes, y que planean aumentar este número en 70 por ciento el próximo año. Pero otra cosa es lo que piensan los medianos empresarios iraquíes, quienes se quejan de lo que consideran grandes injusticias en el proceso de reconstrucción. Un artículo de la agencia Inter Press Service (IPS) del 21 de noviembre señala que las grandes compañías estadounidenses imponen estándares demasiado altos y plazos demasiado cortos para subcontratar a los iraquíes. Por si fuera poco, sólo lo hacen con contadas y lucrativas empresas que, por otra parte, mantenían fuertes nexos con el régimen de Saddam Hussein. En esta situación, la pregunta es qué pasará el próximo año con los 25.000 millones de dólares que el gobierno de Bush invertirá en contratos en Irak.Probablemente lo único cierto por ahora es que la seguridad de las compañías cobrará cada vez más importancia. De hecho, "para complementar los servicios de seguridad que le provee el ejército de Estados Unidos, KBR ya tiene a su cargo una firma independiente para proteger a su personal", afirma Hall. A pesar de las críticas de estadounidenses e iraquíes, Halliburton da por hecho que su empresa continuará trabajando por mucho tiempo en la industria petrolera de Irak.Páginas web relacionadasrown & Root (KBR), perdió la vida.Arias "murió el sábado 29 de noviembre por una herida de bala que recibió cuando el convoy en el que viajaba fue atacado con armas de corto alcance cerca de Kirkuk", según narró a SEMANA Wendy Hall, directora de relaciones públicas de Halliburton, compañía de la que KBR es subsidiaria en Irak. A pesar de no dar más detalles, Hall confirmó que Arias trabajaba "en un proyecto de apoyo al cuerpo de ingenieros del ejército estadounidense, encargado de construir plantas petroleras". A su muerte se sumó la de dos diplomáticos japoneses, siete agentes de inteligencia españoles y dos surcoreanos, empleados de la compañía Ohmoo Electric, que instala redes eléctricas. Pero no es de extrañar que las compañías sean el nuevo blanco de la resistencia. Pues si hay algo claro en el caótico Irak de la posguerra es que las grandes empresas estadounidenses se están llevando el dinero de la reconstrucción. Los jugosos contratos van desde rehabilitar redes eléctricas y construir acueductos hasta proveer computadores para las bases militares, facilitar apoyo logístico y asesorar al nuevo gobierno, pasando por contratos para evaluar a las mismas compañías contratistas.El grueso del botín, sin embargo, corresponde a las gigantes petroleras. Y KBR/Halliburton, la compañía que presidió el actual vicepresidente estadounidense Dick Cheney y donde trabajaba Arias, es la que se queda con la tajada del león. En efecto, el 25 de abril, una semana antes de que George W. Bush declarara el fin de la guerra, el gobierno de Estados Unidos le otorgó a KBR un contrato de 2.000 millones de dólares por los próximos cuatro años para reparar los daños de la industria petrolera en Irak. Contrato que, de lejos, es el negocio más grande en ese país. Pero que a pesar de sus evidentes conexiones con el gobierno de Bush, está protegido contra cualquier demanda. El mismo Bush firmó en mayo 22 una orden ejecutiva (una figura legal equivalente a un decreto presidencial) que le da inmunidad frente a cualquier proceso judicial a cualquier entidad con intereses, directos o indirectos, en el petróleo iraquí. Y el de Cheney, aunque escandaloso, no es el único caso. Un estudio recientemente publicado por el Centro para la Integridad Pública reveló que en los últimos dos años, 70 compañías norteamericanas han ganado más de 8.000 millones en contratos en Afganistán e Irak. De estos, los 10 contratos más grandes les fueron otorgados a compañías en donde trabajan antiguos empleados de alto rango del Pentágono, el Departamento de Estado y el Congreso. Precisamente, esos 10 contratistas donan grandes cantidades de dinero a los partidos y a los candidatos presidenciales, de los cuales George W. Bush fue el candidato que más dinero recibió en la campaña presidencial del año 2000.No obstante, muchos defienden el sistema de otorgamiento de contratos, y argumentan que se trata de un proceso altamente técnico y aislado de presiones políticas. KBR, según ellos, habría ganado una competencia abierta por sus méritos profesionales y por sus años de experiencia en la reconstrucción de bases petroleras luego de la guerra de los Balcanes. Además, las grandes compañías deben -aunque no están obligadas- subcontratar la mayor cantidad posible de empresas iraquíes. Así, compañías como la misma KBR o Bechtel Corp. aseguran que han subcontratado, hasta el momento, la mitad de sus proyectos a las industrias iraquíes, y que planean aumentar este número en 70 por ciento el próximo año. Pero otra cosa es lo que piensan los medianos empresarios iraquíes, quienes se quejan de lo que consideran grandes injusticias en el proceso de reconstrucción. Un artículo de la agencia Inter Press Service (IPS) del 21 de noviembre señala que las grandes compañías estadounidenses imponen estándares demasiado altos y plazos demasiado cortos para subcontratar a los iraquíes. Por si fuera poco, sólo lo hacen con contadas y lucrativas empresas que, por otra parte, mantenían fuertes nexos con el régimen de Saddam Hussein. En esta situación, la pregunta es qué pasará el próximo año con los 25.000 millones de dólares que el gobierno de Bush invertirá en contratos en Irak.Probablemente lo único cierto por ahora es que la seguridad de las compañías cobrará cada vez más importancia. De hecho, "para complementar los servicios de seguridad que le provee el ejército de Estados Unidos, KBR ya tiene a su cargo una firma independiente para proteger a su personal", afirma Hall. A pesar de las críticas de estadounidenses e iraquíes, Halliburton da por hecho que su empresa continuará trabajando por mucho tiempo en la industria petrolera de Irak.Páginas web relacionadaswww.halliburton.com