Hace menos de un mes el presidente Julio María Sanguinetti sorprendió a los uruguayos. Habitualmente ponderado, el mandatario arremetió en televisión contra el Frente Amplio, una coalición de partidos de izquierda: "Hoy en el mundo ser comunista es igual que ser nazi y acá hay un partido comunista, tiene representaciónparlamentaria y es vara alta dentro del Frente Amplio", dijo.Esa salida reflejó la angustia de algunos sectores ante el avance del Frente Amplio, con Tabaré Vásquez, un médico oncólogo de 59 años, que está al frente de las encuestas de cara a la primera vuelta de las elecciones presidenciales el 31 de octubre.No es la primera vez que Vásquez, ex alcalde de Montevideo, aspira a la presidencia contra candidatos de los dos partidos tradicionales, el Blanco y el Colorado. Pero a diferencia de la vez anterior, en 1994, en esta elección por primera vez se presenta con una real oportunidad de ganar. Vásquez peleará la jefatura de Estado con el veterano (por sus años, 71, y por la cantidad de elecciones presidenciales perdidas, cuatro), Jorge Battle, de las dinastías políticas del país y quien representa al Partido Colorado, actualmente en el poder. También estará Luis Alberto Lacalle, presidente entre 1990 y 1995. Pero proyectar las cifras como un triunfo asegurado de la izquierda podría ser equivocado: los analistas coinciden en que si estas últimas cifras son las que se presentan en primera vuelta el favorito sería el septuagenario Battle.El cálculo es simple: es casi un hecho que a la segunda vuelta lleguen Vásquez y Battle. Para esa segunda instancia, el 28 de noviembre, el colorado contará con el miedo a la palabra 'izquierda' y una resistencia al cambio muy arraigada. Estos factores llevarían a que los partidos se unan contra Vásquez.Pero, más allá, la incógnita es qué haría esa izquierda si llegara al poder. Según dijeron a SEMANA los analistas Gustavo de Armas y Adolfo Garcé, el Frente Amplio modelo 99 poco tiene que ver con la izquierda antiimperialista y antioligarca de los 70, un período en que se hizo fuerte la guerrilla urbana de los Tupamaros, cuya acción provocó una dictadura militar que se extendió desde 1973 hasta 1985. El Frente Amplio fue fundado en 1971 por Líber Seregni, un general retirado, con base en la suma de varias agrupaciones de izquierda y descontentos de los partidos tradicionales. Con el tiempo las ideas de la izquierda uruguaya se han ido matizando. Todavía en 1994 el Frente Amplio proponía la nacionalización de la banca. Pero ahora en sus planes aparecen más convergencias que diferencias con los partidos tradicionales.Tal vez donde se ven mayores diferencias es en el papel del Estado. Si Battle y Lacalle hablan de su reducción, a semejanza de los procesos de Brasil y Argentina, países omnipresentes en la vida uruguaya, Tabaré considera que el desarrollo pasa por un papel del Estado. Esta es una idea seductora en un país donde el empleo público es una casta de respeto.Para el Frente Amplio el modelo es el de los tigres asiáticos, donde hay una iniciativa importante del sector privado, pero bajo un liderazgo del Estado, según De Armas y Garcé. Ellos consideran que la caída del socialismo en el mundo, unida a la crisis del Partido Comunista Uruguayo _considerado más extremo_, han hecho que se haya perdido el miedo a ese 'coco' de la izquierda y que el impulso para consolidar el movimiento esté dado por el carisma del candidato y la gestión en Montevideo. Cualquiera sea el nuevo presidente, al tomar posesión en marzo de 2000 tendrá un serio problema de gobernabilidad. Las presidenciales están atadas a las parlamentarias y eso lleva a que los 30 senadores y 99 diputados que serán elegidos terminen divididos entre las tres grandes fuerzas.De cualquier manera el giro hacia la izquierda en Uruguay hace parte de una tendencia en el cono sur _el de las sangrientas dictaduras_, donde la opción hacia movimientos socialistas o que abogan por mayor justicia social es creciente.En Argentina, cuyos resultados electorales aún no se conocían al cierre de esta edición, se esperaba el triunfo del rechazo al modelo ultraliberal de Carlos Menem. Mientras tanto Chile tiene como favorito al socialista Ricardo Lagos para las elecciones de diciembre próximo. La última pata del trípode es la uruguaya, en la cual Vásquez aún tiene mucho camino por recorrer. nUn tema candenteTema recurrente en Argentina y Chile, el asunto de los desaparecidos durante la dictadura tiene en Uruguay connotaciones particulares. Mientras que en Argentina el tema se mantiene vivo _ se reconocen 30.000 desaparecidos_ en Uruguay, donde se reconocen sólo 34 casos, es espinoso y los candidatos, al igual que el propio gobierno de Sanguinetti, lo eluden como una brasa ardiente.Pese a las numerosas denuncias de torturas, asesinatos y desapariciones, en 1988 se sancionó una ley de perdón ratificada por un plebiscito en 1989.Así, el tema parecería concluido. Pero a comienzo de octubre el poeta argentino Juan Gelman abrió la herida, con una carta abierta al presidente Sanguinetti, en que le pide investigar el caso de un nieto suyo desaparecido en Uruguay en 1976. El caso reabrió la polémica en plenas campañas electorales. Los candidatos Battle y Lacalle se han remitido a recordar que a nivel legal el tema de desaparecidos ya está cerrado, mientras que la campaña del Frente Amplio, sin hacer de esto un tema, ha señalado su voluntad de investigar adónde fueron a parar los desaparecidos. No es una posición fácil en Uruguay.El tema plantea qué pasaría en las relaciones entre un eventual gobierno de izquierda y los militares. Vásquez señaló que nombraría un jefe militar con reconocimiento en derechos humanos. En la fuerza castrense el mensaje es de acatamiento, pero habría un rechinar de dientes.