El exsenador uribista Jaime Amín fue el primer consejero que nombró el presidente Iván Duque al tomar posesión. Tiene a su cargo la interlocución diaria con los congresistas. Sin embargo, altas fuentes de Palacio han asegurado que dejaría próximamente su cargo de alto consejero presidencial para la política. Lo que se especula en el mundo político es que Amín será nombrado embajador de Colombia en el exterior. Esto también sucedió en junio pasado con Jorge Mario Eastman, quien se desempeñó como secretario general de la Presidencia, y fue nombrado como embajador del Vaticano tras su salida de la Casa de Nariño. Cuando sonó con fuerza un posible revolcón ministerial fue Amín quien salió a calmar las aguas, asegurando que el presidente estaba muy contento con su gabinete y no habría cambios pronto. Así ha sido. Amín ha tenido que lidiar con la crisis de gobernabilidad que afecta al Gobierno, su trabajo está enfocado en el diálogo con los políticos, no solo en el Congreso sino con los mandatarios regionales. "Coincido en que en el discurso político la gobernabilidad no se debe asociar a la mermelada", asegura. ¿Quién es Jaime Amín? El presidente lo quiso tener a su lado por lo que sucedió durante su campaña. Pocos congresistas del Centro Democrático creyeron al comienzo que Duque podría ser el presidente del uribismo. La mayoría dividía opiniones entre él, Paloma Valencia, Rafael Nieto, María del Rosario Guerra y Carlos Holmes Trujillo García. Pero Amín, junto con otros, como el senador Ernesto Macías, apoyó a Duque desde muy temprano. Le organizó reuniones, lo aconsejó y le abrió espacios en el Atlántico, departamento donde hizo su carrera política. El consejero tuvo su primera prueba de fuego en Palacio cuando se puso al frente, con la ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez, de los esfuerzos del Ejecutivo por acercar a los liberales y a La U. En cuanto a los primeros, su partido apoyó formalmente a Duque en segunda vuelta, pero la posición de los senadores y la actitud de último momento de su director César Gaviria impidieron que su colectividad se declarara gobiernista. No ocurrió lo mismo con La U. A pesar de que se había filtrado que el partido de Juan Manuel Santos prefería declarar la independencia, a última hora terminó por apoyar al gobierno. Amín desempeñó un papel clave en el detrás de cámaras de esta última decisión. Se reunió durante horas con los parlamentaios de esa colectividad e hizo cambiar de opinión a la mayoría.

Algunos críticos de esa actitud de La U, como Armando Benedetti, insistieron en que el consejero hizo una jugada inteligente: no ofrecerles ‘mermelada’, pero sugerir que no les quitarían las cuotas a quienes las tenían. Pero Amín desmiente esas acusaciones e insiste en que uno de los grandes retos de su trabajo será mantener una interlocución permanente con los políticos sin la lógica de la ‘mermelada’. “En un gobierno con tan poca legitimidad popular como la de Santos, las relaciones con el Congreso se mantuvieron a partir de cuotas para la Unidad Nacional. Acá tenemos el reto de reinventar esas relaciones con un cambio de reglas de juego”, aseguró a Semana hace unos meses. Aunque es difìcil creer que los congresistas cedieron solo con argumentos, su discurso coincide con el de la ministra Gutiérrez, de quien será coequipero. Y si bien las misiones de los dos a veces se confunden, ellos sostienen que se complementan. “Es mi apoyo”, dice ella, mientras Amín reconoce que sus funciones, a diferencia de las de Gutiérrez, se concentran en la interlocución con los políticos. Eso supone que en el día a día Amín habla con los congresistas, pero también con alcaldes de grandes ciudades y gobernadores. Amín tiene un tono amable y en el Congreso le reconocen su talante político. Senadores y representantes aseguran que habla su lenguaje y que combina las virtudes que debe tener el encargado de manejar la política desde Palacio. Concilia, entiende las dinámicas electorales y las peticiones de los parlamentarios; sabe cómo se eligen y se reeligen, y, sobre todo, no es sectario. A pesar de estar en el Centro Democrático desde la fundación del partido en 2014 y de haber salido senador en el periodo anterior por ese movimiento, sus excolegas no lo ubican en la extrema derecha. Tiene canales de comunicación con la mayoría de los partidos y buen sentido del humor. Después del plebiscito, y mientras el presidente Santos andaba con una paloma en su pecho, Amín usaba un prendedor con un conejo en rechazo a la renegociación del acuerdo. “Es un uribista alegre”, asegura uno de sus colaboradores de su paso por el Senado.

Mientras estuvo allí hizo debates como cuando las Farc aún sin desmovilizar, hicieron campaña en favor del Sí en El Conejo (La Guajira). Se opuso al acto legislativo para la paz, criticó la justicia transicional y, en 2016, insistió en que el gobierno Santos estaba sacando adelante la implementación a punta de ‘mermelada’. Ya tenía experiencia en el Capitolio. En 2002 había llegado allí como representante a la Cámara por el Partido Liberal. También eran tiempos turbulentos y desde entonces se le midió al uribismo. A pesar de que en 2004 las toldas rojas ya se oponían a la reelección, Amín formó parte de una disidencia uribista y voto sí a la posibilidad de un segundo periodo presidencial. Ha circulado un video en el que Yidis Medina acusa a Amín de haber participado en la ‘yidispolítica’. Insiste en que la esposa del hoy consejero, Claudia Betancourt, recibió una notaría a cambio de votar por la reelección. El entonces superintendente de Notariado, Manuel Cuello Baute, ya había sugerido lo mismo. Sin embargo, nunca apareció una conexión explícita entre ese nombramiento y el voto de Amín, en parte porque él estuvo a favor de reelegir a Uribe desde un comienzo. El consejero insiste, además, en que no había que convencerlo de votar el articulito por la reelección porque comenzó a hacerle campaña a Uribe “desde mucho antes que tuviera el 5 por ciento de intención de voto en su primera campaña”. En todo caso, esas menciones en el proceso de la ‘yidispolítica’ nunca lo trasnocharon tanto, como sí las acusaciones por una eventual cercanía con Enilce López, La Gata. A comienzos de 2009, Gustavo Petro, entonces senador, acusó a Amín –en esos días secretario general de la Gobernación del Atlántico– de haber favorecido a Uniapuestas, la empresa en que La Gata tenía acciones, de haberse quedado con la licitación de la Lotería. Sin embargo, años después, Eduardo Verano de la Rosa, para entonces gobernador del Atlántico y jefe de Amín, reconoció que su secretario general no había tenido ninguna responsabilidad. Nunca hubo una investigación formal y a Amín nadie le comprobó irregularidades. “Fue un escándalo infundado que me causó pesadillas”, asegura. Amín comenzó su carrera pública con los gobernadores Nelson Polo, Rodolfo Espinosa y Eduardo Verano, liberal. En el partido de este último comenzó su propia carrera electoral con algo de nostalgia por la actividad pública de su abuelo, nacido en Yarumal y establecido en Magangué para huir de la violencia partidista. También aprendió de política de su tío Antonio Amín Beetar, quien le hizo campaña a Carlos Lleras en la costa Atlántica y a quien Amín conoció de niño. Tiene tal admiración por ese presidente que exhibe un retrato suyo en su oficina. Tal vez, por ese recuerdo liberal, no se siente del todo cómodo cuando lo ubican en el extremo derecho del espectro político. Amín es un ser político por definición. Probablemente salir en este momento sea menos bueno para el gobierno que para él. En la Consejería tenía poca visibilidad y si quiere volver a lanzarse al Congreso o a otro cargo, deberá reaparecer en escena. Y para hacerlo todo indica que se tomará una pausa.