Mientras la nación alemana sigue disfrutando el hecho de que Berlín ha vuelto a ser su orgullosa capital no son pocos los ciudadanos que, dentro de una especie de conservadurismo, añoran la placidez que hacía de Bonn la capital más provinciana del mundo desarrollado. Pero hay quienes se quejan del traslado por motivos más concretos. Se trata de algunos parlamentarios, para quienes la cafetería del Reichstag no está a la altura de la dignidad recobrada del máximo recinto de la democracia teutona. Desde su inauguración el menú ha sido objeto de críticas y en especial la hamburguesa, a la que los diputados llaman "por debajo del estándar mundial". Pero el administrador, Florian Hettler, se defiende: "Es que los políticos se quejan por todo. Eso ha sido así en los últimos 20 años".