Por un lado, surgen nuevos acuerdos internacionales y por el otro, evolucionan algunas políticas públicas sectoriales a nivel nacional. Tras cada cumbre, pareciera que se avanzara de manera contundente hacía el camino que todos queremos: el de la conservación ecosistema y la lucha contra el cambio climático.  Y si bien los acuerdos logrados deben en últimas reflejarse en la manera como llevamos a cabo nuestros hábitos de producción y consumo, noto que las personas (quienes deben ser en últimas los grandes beneficiados de las políticas públicas) aún no se conectan en su día a día con lo que se discute en las grandes cumbres. El desperdicio de alimentos es incomprensible aún allá en cada restaurante, plaza de comida e incluso en los hogares; el uso desmedido de plástico, papel, cartón y otro tipo de empaques sigue siendo visible y  la conciencia ambiental desaparece con cada black friday.

Entonces me pregunto: ¿Qué le estará haciendo falta a los gobiernos para asegurar que lo discutido y lo acordado llegue de manera efectiva a las calles, casas, oficinas, colegios, cines y plazas de mercado? Es evidente que la respuesta merece el análisis de diferentes razones, pero me voy a quedar con una que quiero resaltar de manera contundente: la conexión que debe existir entre lo público y el ciudadano de a pie.  Día a día indago con varias personas en diferentes regiones y en medio de diferentes contextos o situaciones, sobre su papel y responsabilidad en la lucha contra el cambio climático y es evidente la evasiva o el desconocimiento. Este no es un mensaje menor puesto que si queremos lograr aterrizar a la cotidianeidad lo que sucede, por ejemplo esta semana en Madrid en el marco de la COP25, es imperante repensar la manera como las políticas públicas le están llegando a la gente con dos fines: 1) informarlas y educarlas para hacerlas más corresponsables, y 2) motivarlas e incentivarlas a cambiar y actuar.

Esta corta columna llega a su fin con una puntual invitación a las entidades de gobierno: innovemos la manera como nos comunicamos y le llegamos a las personas. Existen muy buenas políticas públicas que pasan desapercibidas o que no logran el impacto que buscaban cuando fueron formuladas debido a que no se transfieren como se quiere y por ende, no se apropian como se debe (ejemplo: decreto 1369 de 2014 que habla sobre la manera correcta de hacer publicidad para los productos ambientales y con ello evitar engaños o desinformación a los consumidores).