Por: Felipe Pineda   “La derecha tiembla de miedo y Maquiavelo sonríe desde Facebook” con estas últimas líneas contundentes decidió darle fin a su columna de opinión ayer Sabado 21 de Mayo el polítologo Pablo Iglesías Turrión en el diario Público de España, frase que ejemplifica muy bien lo que sucederá de aquí en adelante con esta ¨silenciosa rebelión de los indignados¨.   La columna de opinión en cuestión centra su hilo temático en el detrás de las reacciones masivas del 15-M en la puerta de sol de Madrid las cuales no son más -Sostiene el autor y adhiero a esa posición- que la punta del iceberg de una serie de descontentos generalizados a nivel mundial: El usufructo de corporaciones cada vez más poderosas desde lo global incidiendo en los gobiernos locales, el desmonte de los estados en beneficio del mercado quien aprovechando el caos concertado para destruirlo ha logrado más poder de incidencia en la vida del ciudadano (Quien al parecer ha terminado convertido en una especie de consumidor distante de los productores y de las decisiones, algo que Alvin Toffler advertía en su libro La Tercera Ola de 1980) y en el control de las instituciones que en ninguna otra etapa de la historia.   Aunque la mirada sesgada de los medios de comunicación en España y en el mundo acerca de las causas de la revuelta apunten a mostrar a los políticos como únicos responsables de la debacle representada en esta movilización multitudinaria, para nadie es un secreto que el desconcierto indirecto se cierne contra quienes a mi parecer son los mentores del problema global: Los grandes empresarios, los banqueros, los especuladores bursátiles e inmobiliarios quienes a su acomodo han logrado poner y quitar políticos a su antojo en el ajedrez que ellos mismos han establecido mediante la financiación de campañas electorales con el implícito compromiso de trabajar en función de sus muy pero muy “particulares” intereses.   En el caso colombiano al respecto ¿No sería suficiente prueba el reciente escandalo de Saludcoop? ¿No cabría incluir en este mismo tema la financiación a campañas políticas del Partido Liberal, Partido Conservador y Cambio Radical por parte de filiales de esta entidad de salud? ¿No bastaría con mirar los cientos de leyes que han sido aprobadas para eliminar de tajo al pequeño y mediano empresario? ¿No serviría de prueba la Ley 100 y la ley 50, leyes creadas para generar mayores réditos a quienes tienen ya suficientes?   Nada de lo anterior sería posible si no fuese por el beneplácito directo o indirecto de los gobernados por lo que en este juego entra quienes finalmente hacen el papel de cabildantes de lo establecido: Los medios de comunicación.   La mirada mediática de los medios siempre ha tenido como estrategia principal el de acomodar las realidades en función de los intereses de sus propietarios, por ello el descontento de ciertos sectores (Generalmente la clase media agobiada por la usura bancaria, desempleo y vinculaciones laborales sin garantías y mal remuneradas) en ocasiones ha sido redireccionado hacia la creación de redentores en momentos coyunturalmente difíciles siendo muy cuidadosos en la escogencia de dichos salvadores, seleccionando minuciosamente a candidatos que aseguren y consoliden su poder. De este descontento capitalizado desde lo mediático han emergido Álvaro Uribe y su Uribismo y más recientemente el Partido Verde movimientos que están constituidos como reformistas más no como transformadores de la estructura existente.   Todo lo anterior a mi parecer nos sirve de contexto para entender que probablemente el 15-M para los movimientos sociales colombianos y mundiales se presenta como una oportunidad de oro para empezar a develar los trasfondos de la problemática mundial y lograr concientizar de forma masiva a la ciudadanía sobre las arbitrariedades de los agentes ocultos detrás de la catástrofe -Entidades bancarias, corporaciones, bolsas de valores, especuladores, FMI, Banco Mundial, intermediarios inescrupulosos, mafias con estructuras políticas- quienes finalmente han servido de bastión para facilitar los atropellos ejercidos por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial llevados a cabo por los títeres de turno, en este caso los políticos tradicionales y quienes ahora fingen no serlo. Al final de cuentas todo se resume en lo siguiente: No solo los políticos son los culpables de lo que está sucediendo.