Me refiero al interesante y escéptico artículo publicado por SEMANA en su edición de febrero 22 ('La Virgen del estrato 6') relacionado con la devoción a la Virgen María entre las gentes de Colombia.No es cierto que la devoción por la Virgen sea elitista. En Barranquilla, la imagen peregrina de la Virgen de Fátima llenó su amplísima catedral de fieles de todos los niveles sociales. En Bogotá, la misma imagen, presentada en varias iglesias produjo enormes filas de gentes humildes que solo aspiraban verla y tocarla. En México, en días recientes, millones de mexicanos renovaron su fervor mariano y rindieron homenaje a la Virgen de Guadalupe coronada por el Papa Juan Pablo II como Reina de México y Emperatriz de América. Los mensajes recientes de la Virgen en sus distintas apariciones van dirigidos a toda la humanidad. Fátima (Portugal), Gabarandal (España), Medjugorje (Croacia), Loreto (Italia) y Conyers (Estados Unidos) piden acercarse a Dios a través de la conversión, de la confesión, del ayuno, de la oración y de la penitencia.Y, por supuesto, todas las palabras y conceptos expresados por María encajan, de manera perfecta, en el mensaje bíblico y particularmente en el Evangelio de Jesucristo, su Hijo. Juan Pablo II es, sin duda, el primer mariano de la cristiandad. El Papa ha respaldado con especial entusiasmo las 5.500 apariciones que la Virgen ha tenido en Medjugorje. Y consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María en Fátima (13 de mayo de 1982), en Roma (25 de mayo de 1985) y nuevamente en Fátima (13 de mayo de 1991). En mi sentir personal para el hombre del siglo XX y del siglo XXI María de Nazaret reemplazó a los antiguos profetas. Sus mensajes vienen de Dios y van dirigidos al mundo y conllevan críticas a la multitud de reprochables conductas que a diario practicamos y esperanza, misericordia y gracia para quienes deseamos regresar a Dios.He participado en numerosos grupos marianos de oración. Y estoy convencido que los mensajes que en ellos se recogen buscan la paz para Colombia y el retorno de Cristo para los colombianos. Roberto Gerlein Echeverría Bogotá