El cierre de la Universidad de Antioquia durante dos meses no fue por razones económicas, ni académicas, ni administrativas. Los estudiantes se quedaron sin clases temporalmente porque la violencia que afecta al país llegó hasta sus aulas y desencadenó una ola de enfrentamientos y amenazas que culminaron con el asesinato de Hernán Henao Delgado, uno de los investigadores más destacados de la universidad. Aunque la muerte violenta de ese profesor en su propia oficina fue interpretada por las directivas y los profesores de la institución como un ataque directo contra la universidad, nadie sabe con seguridad quién ordenó el crimen. Lo cierto es que en la Universidad de Antioquia hoy en día coexisten todos los actores del conflicto armado que luchan en el país. Sus 28 cuadras se han convertido en el epicentro de enfrentamientos entre las Farc, el ELN, los paramilitares y la delincuencia común. La situación es tan tensa que el ambiente académico se ha convertido en una bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento. Cada grupo atribuye la muerte del profesor Henao a las fuerzas antagónicas y ni siquiera las autoridades tienen certeza de cuál fue el responsable. Lo cierto es que desde el asesinato de 17 estudiantes y seis profesores en 1987 no se habían presentado hechos tan graves. Pero el ambiente se ha vuelto a enrarecer en los pasillos de la universidad y los estudiantes han revivido el miedo y las amenazas del pasado. Los profesores, por su parte, sienten que los golpearon en su parte más sensible: la confianza. Manifiestan el temor de expresarse libremente en una institución donde los brotes de intolerancia se han desbordado. "El asesinato de Hernán es un mensaje para la institución. Cada vez será más difícil garantizar las posiciones críticas y el análisis desapasionado del conflicto que vive el país porque uno empieza a dudar hasta de sus alumnos", asegura un profesor que pidió mantener su nombre bajo reserva. Guerra fríaLa inseguridad se agravó a finales del año pasado cuando una bomba de alto poder semidestruyó el edificio donde funciona el departamento de seguridad de la universidad. El atentado fue atribuido al frente Jacobo Arenas de las Farc, que había acusado a los directivos de ser los culpables indirectos de la muerte de tres de sus militantes durante un operativo militar en octubre de ese año. Según los guerrilleros, la institución, entregaba información de los alumnos y los ponía en bandeja de plata para que fueran perseguidos por los organismos de seguridad.La reacción del rector, Jaime Restrepo Cuartas, que decidió ponerle la cara a las manifestaciones de violencia, no se hizo esperar. El 23 de noviembre le envió una carta a 'Tirofijo' en la que le pedía no promover la violencia dentro de ese centro educativo.Poco después el rector se reunió en la cárcel de Itagüí con los líderes del ELN, Francisco Galán, y del EPL, Francisco Caraballo, para pedirles que cesaran sus ataques a la universidad. De la misma forma envió mensajes a los grupos de derecha a través del ex director de la Cruz Roja Internacional Pierre Gassmann. Sin embargo los contactos con los representantes de uno y otro grupo provocaron reacciones de la contraparte. Dos meses y medio después otra bomba casi acaba con la rectoría. "Al menos no dejó consecuencias fatales", señala Restrepo Cuartas.Las Autodefensas Universitarias protestaron por los acercamientos con la dirigencia del ELN y amenazaron con no quedarse con las manos cruzadas. A raíz de esto los investigadores William Restrepo y María Teresa Uribe, que habían acompañado al rector en sus reuniones con voceros del ELN en Caracas, tuvieron que salir del país por amenazas contra sus vidas.Pero a pesar de los brotes de violencia que se han registrado muchos estudiantes y profesores han rechazado que la fuerza pública entre en la universidad. "Ese sería el comienzo de toda clase de atropellos so pretexto de mantener el orden. ¿Acaso afuera lo pueden garantizar?, pregunta un estudiante.En ese sentido la política de las diferentes administraciones ha sido ambigua. Unos han pedido que las autoridades resuelvan el problema y otros han solicitado que se mantengan al margen. "Nosotros tenemos la vigilancia privada sólo para controlar la delincuencia común. La otra, la de los grupos extremistas, no la podemos controlar a menos que militaricemos la universidad. Cosa que no vamos a hacer", asegura el rector Restrepo Cuartas. Violencia endemicaLo más preocupante es que la inseguridad se ha trasladado a otros centros de educación superior. Recientemente dos profesores de la Universidad Cooperativa de Colombia fueron víctimas de los ataques de estos grupos armados. Argiro Giraldo resultó ileso de un atentado cuando transitaba por la Avenida Bolivariana y Arnoby Gómez fue hallado muerto dentro de su carro en la vía a Santa Elena cuando se dirigía hacia su casa. A esta lista se agregan los cuatro investigadores del Instituto Popular de Capacitación que fueron secuestrados el pasado 27 de enero por orden de Carlos Castaño. De otra parte, los educadores Jairo Bedoya, Claudia Tamayo, Olga Rodas y Jorge Salazar tuvieron que salir del país después de ser amenazados.Pero a pesar de que la Universidad de Antioquia se ha convertido en el epicentro de un agudo enfrentamiento entre los grupos armados, nadie puede desconocer su importancia como uno de los centros de educación superior más importantes de Colombia. Por esa razón Jaime Restrepo Cuartas está resuelto a evitar el cierre definitivo de la universidad que hoy dirige. Asegura que no permitirá que continúe siendo un escenario para la guerra aunque tenga que poner en riesgo su propia vida. Por eso señala que utilizará las únicas armas que considera efectivas para enfrentar la violencia: el diálogo y la concertación.