Un año después de la muerte de Osama Bin Laden, el blanco de la guerra que Estados Unidos emprendió en Afganistán hace más de diez años, Barack Obama, por fin, viajó al país asiático y anunció el fin de la intervención. Aunque enfatizó que “la batalla aún no termina” y que las tropas deben retirarse paulatinamente, la noticia fue bien recibida por soldados y civiles que ya están cansados de tan largo conflicto. No obstante, la situación de inseguridad sigue siendo crítica y a pocas horas de que el presidente diera su discurso hubo ataques en Kabul que dejaron siete muertos. Ello solo demuestra la fragilidad de la región y la incapacidad de Estados Unidos para mejorar la situación del país y volverlo un aliado sólido.