Los raizales del archipiélago de San Andrés están cansados. “Declaramos que la injusticia que está gobernando nuestro territorio tiene que cesar ya”. “Es hora de que termine la criminalidad”. “Declaramos a San Andrés libre de la ilegalidad”. “Oramos por respuestas ante el fallo de La Haya”. Estas fueron algunas de las frases que el viernes pasado gritaron al unísono cientos de nativos que pidieron a Dios respuestas ante los atropellos que -ellos consideran- comete el Gobierno en su contra.  El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina se volvió el centro de la opinión pública en noviembre del 2012, cuando se dio a conocer el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya que entregó a Nicaragua 75.000 kilómetros de aguas en el Mar Caribe que se disputaba con Colombia. Fue justo en ese momento cuando las miradas se voltearon a un mismo lugar y el territorio insular obtuvo un papel protagónico. Las pretensiones expansionistas de Nicaragua son evidentes e, incluso, hay una segunda demanda por la plataforma continental. Pero, más allá, ¿qué está pasando en el archipiélago? ¿Por qué manifiestan los raizales? Sin reconocimiento Los nativos de San Andrés son los que tienen, en ese territorio de apenas 27 kilómetros cuadrados, sus raíces, el recuerdo de sus ancestros y su propia cultura. Como dirían ellos, los dueños de esas tierras. En su visita, Semana.com pudo comprobar que pese a la dura problemática social y económica, exacerbada por el golpe al sector pesquero que implicó el fallo de la CIJ, la población nativa converge en una misma aspiración: reconocimiento. Algo que contrasta con el olvido que han sufrido en los más de 200 años de vida republicana. Frente a los ‘pañitos de agua tibia’ de los diferentes gobiernos, a falta de una verdadera política de Estado, los raizales, más que independencia -que es la respuesta para una minoría-, quieren autonomía, reconocimiento del territorio y que se les tenga en cuenta como grupo étnico. Hace dos siglos, San Andrés era un territorio con autonomía económica y política. Su fuerte: la exportación del coco. Su religión, la cristiana protestante. Su lengua, el inglés creole. La cultura de esta comunidad siempre ha estado definida. Fue a comienzos del siglo XX cuando Colombia prestó atención a la isla y decidió -como dicen los nativos-, ‘colombianizar’ el territorio. Para ellos esto no ha sido fácil. Los raizales han tenido que adecuarse a unas formas de vivir que difieren de las que originariamente tenían. “Después de la Constitución del 1991 uno creía que todo iba a cambiar, pero no. Aún se implementa la de 1886, esa que busca una homogenización y que dice que para ser colombiano hay que hablar español, ser católico y cumplir ciertas cosas, pasando por encima de lo que ya éramos”, dijo el pastor Raimon Howard, pastor de la Primera Iglesia Bautista de la isla y presidente del movimiento Archipielago Movement For Ethnic Native Self Determination (Amen-Sd). San Andrés es un territorio culturalmente religioso, basado en las escrituras y sus mandamientos. Es por eso que los líderes espirituales, como Raimon Howard, juegan un papel importante en la toma de decisiones. A falta de líderes políticos que busquen una solución para el archipiélago, los pastores son los que toman la batuta y mueven a la población. Participación frustrada El desconocimiento hacia esta población es tal, que en la respuesta que dio el Gobierno al fallo de La Haya no mencionó a la comunidad ni sus derechos. Incluso, no hubo ningún representante de los raizales en la definición del diferendo. ¿Por qué el Gobierno no los escuchó sabiendo que el territorio ha sido habitado siempre por ellos? “Cuando se dio a conocer el primer fallo quisimos hablar con el presidente, pero no se pudo. Nunca contestaron. En cambio, solicitamos lo mismo en la embajada de Nicaragua y el mismo día nos cuadraron la cita con el presidente (Daniel) Ortega”, contó Corine Duffins, vocera del movimiento Amen-Sd.   Los raizales sienten que los quieren silenciar. Creen que Colombia, a costa de lo que sea, quiere acabar con su cultura. “Los indígenas y los afro descendientes están protegidos, no pagan impuestos, tienen múltiples beneficios, ¿por qué los raizales no? ¿Por qué no respetan nuestras creencias? ¿Por qué no nos reconocen como grupo étnico?”, reclamó Corine. La indignación hacia el Estado crece. Por ejemplo, el DANE no ha podido adelantar el Censo Agropecuario porque los nativos no lo han permitido. “Hay una pregunta en la que uno debe escoger a que etnia pertenece y ahí no están los raizales. Nos excluyen de todo lado. Nosotros no somos ni afros, ni indígenas, somos raizales. Tenemos nuestra lengua, nuestra religión. No entiendo por qué no nos reconocen”, dijo un miembro de la comunidad a Semana.com. Para Bill Francis, otro nativo, “cambiar la relación con el Estado colombiano, depende de que este acepte que tenemos el derecho de reestructurarnos y de ejecutar nuestros propio planes”. Y es que los sanandresanos no entienden cómo el gobierno nacional hace un plan para el Archipiélago sin tenerlos en cuenta. No entienden cómo se pueden conocer las necesidades de un pueblo sin estar allá y sin preguntarles a los propios habitantes qué es lo que necesitan.   El archipiélago quiere respuestas. La comunidad creó una Autoridad Provisional Raizal, grupo con el que el gobierno se deberá entender de ahora en adelante. Ellos están dispuestos a dialogar y a presentar las necesidades de San Andrés. Ojalá el gobierno –encabezado por el presidente Santos- se reúna con ellos y escuche sus quejas. Esa será, tal vez, la única forma de llegar a un acuerdo y de sacar el archipiélago adelante. Mientras tanto los raizales tienen su objetivo claro: “la meta principal es recuperar lo perdido, y si la independencia es la única forma, así será”, concluyó Bill Francis.