Desde hace décadas la mujer afrocolombiana ha hecho visible, a través de la tradición y la espiritualidad, su capacidad para formar, capacitar y resistir. De esta última surge la red de cantadoras en cabeza de Paola Andrea Navia -directora de la Fundación Capanavi- para “reinventar vidas frente a los regazos de la violencia”. Ya que con la firma de los acuerdos de paz, las cantautoras se transformaron en voceras de los valores y la identidad del Pacífico. Si bien la red la conforman en su mayoría mujeres, los hombres también participan: ellos acompañan con los instrumentos y algunos, muy valientes, entonan currulaos. Niños y jóvenes de la región aprenden la tradición en escuelas comunitarias que la red sostiene sin ayuda institucional. También desarrollan su talento en talleres como Canto Pazcifico, donde componen ritmos desde pequeños, que luego tendrán la letra que las mujeres compongan.

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La conexión y el talento de estas matronas les ha permitido llegar a todo el país en festivales como el Petronio Álvarez en 2008, y grabar tres discos: Viaje a la Memoria de Nuestros Ancestros, Canto Pacífico y el más reciente, Poder Sonoro: Mujer, Liderazgo y Resistencia. Una cantadora le pone melodía a lo que siente, desde el nacimiento hasta la muerte. Ellas son curanderas, parteras, cocineras y profesoras, pero siempre en comunidad. Hacen ritos mortuorios, le cantan a cada espacio de la vida, desde lo más profundo del Pacífico, como una manifestación constante de salvaguarda, blindaje y protección. Al entonar sus cantos no solo emiten sus voces, también buscan recuperar la voz de las demás, su timbre y fuerza. También celebran las fiestas patronales, la relación entre religión católica y ritos africanos se conserva con estas matronas. Beatriz Hernandez, compositora y fundadora de la red en Charco, Nariño, es la encargada de presidir al grupo Jesús Nazareno. En sus celebraciones todas las misas son danzadas y cantadas. Ella compone los cantos de acuerdo con los momentos de la eucaristía. “Son cantos tradicionales pero también danzamos en medio de la misa.Es purificante, nos da mucha identidad, es una forma de resistencia frente a los problemas que vive nuestro pueblo”, agregó.

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Las cantadoras tienen 24 canciones que han sido escritas en su mayoría por Beatriz. De ellas, su favorita es El Riviel, una historia sobre un barco fantasma del Pacífico. Es currulao y se inspiró en esa fantasmagoría dada por sus ancestros para escribirla. Está también El Jején, la composición que más reconocimiento le ha dado. La cual trata de un diminuto insecto que cuando niña le dejó muchas ronchas en su piel y la perseguía cuando visitaba playas y manglares. El recuerdo latente de aquel animalito permitió el éxito de su sencillo más recordado.

Canción: Un poquito de agua. Artista: Cantadoras del Pacífico Sur. Del albúm Canto Pazcifico.

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«Cuando el telón baja, una cantadora es una mujer, un ama de casa que tiene que hacer de comer, que está en su vereda o, como yo, en el casco urbano. Ella canta cuando hay nacimiento de los niños, pero también cuando mueren. Le componemos al conflicto, a lo que estamos viviendo, es nuestra manera de contarle al mundo lo que nos pasa».

Beatriz Hernández, compositora y fundadora de la Red del municipio Charco, Nariño.

El proceso de la red le ha permitido a la mujer cantadora empoderarse no solo para continuar salvaguardando la tradición, sino para darse cuenta de sus capacidades al servicio de la comunidad. Homenajearlas es visibilizar a un sector femenino que logró que las mujeres se reivindicarán en el ejercicio musical y generaran transformaciones desde el emprendimiento colectivo y el aliento del sí se puede. Estas guardianas de la música ancestral hacen un gran trabajo al movilizar a la comunidad. Su ejemplo y la acogida que han tenido en el país, les han traído más aprendices. Muchas mujeres ansiosas por expresar su talento, las buscan y les preguntan cómo vincularse al proceso. Por eso Beatriz enfatiza que la red está abierta para cualquiera que tenga disposición de crecer en comunidad desde la armonía.

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