La cara de Cate Blanchett es un lienzo. No sólo por la palidez de su piel, sino por la amplitud de sus gestos, la intensidad de su mirada y lo andrógino de sus facciones. Con un poco de maquillaje, una preparación dedicada y la visión del director, ella se puede convertir en reina, elfo, maestra de escuela, diva del viejo Hollywood y hasta en hombre. Eso es precisamente lo que acaba de hacer para la película inspirada en la vida de Bob Dylan, I'm not there, en donde interpreta al bardo de la música folk. Su actuación fue calificada como magistral por los críticos y hace pocas semanas le mereció el premio a mejor actriz en el festival de Venecia.Desde el principio, su carrera ha estado marcada por los elogios. Recién graduada del Instituto nacional australiano de arte dramático entró a la Compañía de Teatro de Sydney donde de inmediato recibió papeles protagónicos. Allí tuvo el honor de compartir escena con Geoffrey Rush, ganador de un Oscar por Shine, y se convirtió muy pronto en la gran promesa de las tablas en su país.Después de hacer algunos papeles en películas pequeñas, conquistó a Hollywood al interpretar a Isabel I en Elizabeth, precisamente con Rush como coestrella. Por este papel ganó un Globo de Oro y su primera nominación al Oscar, en 1998. La fama le llegó a los 29 años y aunque le llovieron ofertas para hacer comedias románticas y cintas de acción, ha buscado siempre interpretar personajes intensos. No pasó mucho tiempo para que directores como Anthony Minghella, Jim Jarmusch y Mike Newell la quisieran en sus proyectos. Para el publico que quizá no la reconocía entonces, se volvió una cara familiar en 2001 como Galadriel, la Dama de Lorien y reina de los elfos en la súper taquillera trilogía de El señor de los anillos.Pero el papel que la consagró fue el de Katherine Hepburn en El Aviador, de Martin Scorsese, por el cual recibió el Oscar. Precisamente es su capacidad para interpretar personajes reales lo que la ha convertido en una de las actrices de carácter más importantes de la historia del cine. Sus dos más recientes películas lo reiteran. En Elizabeth: The Golden Age, regresa al papel que le abrió las puertas del cine internacional, pero en esta oportunidad muestra a la reina virgen en su lucha con la armada española y contra la reina de Escocia, María Estuardo. Por el otro lado está su interpretación de Bob Dylan en una película en donde seis actores interpretan al músico en diferentes etapas de su vida. Ella es Dylan en 1966, cuando decide tocar guitarra eléctrica, está sumido en las drogas y está agotado por las giras. "La idea de que yo interpretara a Bob Dylan era tan absolutamente absurda que obviamente tuve que aceptar el papel", aseguró Cate en una entrevista al Chicago Sun-Times. Vio una y otra vez los videos del músico en esa época para aprender a imitar su tono de voz y sus expresiones. Perfeccionista hasta lo obsesivo, esta actriz es capaz de ir a cualquier extremo para llenar de detalles a sus personajes. Quizá por eso siempre queda decepcionada después de terminar un proyecto y sólo se atreve a ver sus películas una vez, mientras esconde su cara detrás de sus manos, sumida en la más profunda vergüenza. "Eso es lo genial del teatro, que por lo menos uno tiene la oportunidad de volver a salir cada noche y ofender de nuevo", confesó al diario The Guardian. Y por eso es que junto a su esposo, el dramaturgo Andrew Upton, se dedicará a partir de enero de 2008 y durante los próximos tres años a la dirección artística de la Compañía de Teatro de Sydney. Tendrá sólo tres meses al año para dedicarse a proyectos cinematográficos. Esa es una decisión que algunos consideran un suicidio laboral, pero es seguro que por ahora su popularidad no disminuirá, pues aparecerá junto a Harrison Ford en la cuarta entrega de Indiana Jones, que se estrenará el próximo año. Mantiene su vida privada al margen de las cámaras y aunque no le gusta hablar de su familia, ha contado en varias entrevistas que no se separa más de tres días de sus dos hijos y de su esposo, quienes siempre la acompañan a las locaciones. Nunca ha sido presa fácil de los paparazzi. Su imponente presencia en las alfombras rojas hace que los diseñadores se peleen por vestirla. Pero eso sí, más les vale a los periodistas que la entrevistan que no le pregunten sobre moda porque de inmediato perderán su atención. A ella sólo le interesa hablar de su arte.