Hoy Oswaldo Padilla, un campesino del municipio de Tierra Alta de Córdoba, no puede cultivar el maíz, la papaya o la berenjena con la que sostiene a su familia, y mucho menos dormir tranquilo. Las lluvias que comenzaron a mediados de septiembre arrasaron con su sustento. Es lo mismo que han sufrido 28.340 familias colombianas, también afectadas por esta ola invernal particularmente fuerte, según reportó recientemente la Dirección de Prevención y Atención de Desastres. Cada año en Colombia, las intensas lluvias de agosto y septiembre incrementan el caudal de los ríos, con las consecuentes inundaciones, vendavales, deslizamientos y avalanchas que no sólo dejan pérdidas materiales, sino también heridos, desplazados y hasta muertos. Según los datos oficiales, se han presentado 94 emergencias en 80 municipios del país, y un saldo de cuatro víctimas mortales. Oswaldo vive justo en uno de los departamentos más afectados, Córdoba, pero en similares condiciones también están los habitantes de Sucre, Atlántico y Bolívar. Cada año aparecen en la televisión los damnificados del invierno, con sus viviendas inundadas y todo perdido. Cada año el gobierno saca de su presupuesto, partidas de emergencia para socorrerlos. Como si estas tragedias repetidas fueran realmente algo no calculado.La semana pasada la Dirección de Prevención y Atención de Desastres anunció la ayuda humanitaria a los municipios de Bolívar y a Barranquilla por un valor de 1450 millones de pesos. La última fue para Córdoba, de unos 3200 millones. El problema es que esta ayuda no llega de inmediato a los damnificados o muchos no saben a quién deben acudir para hacerla efectiva. Al menos así lo contó Oswaldo, que además es el líder comunitario en su vereda Marsella, en Tierra Alta. “Ya hice la gestión pero aún no recibimos la ayuda”, dijo en entrevista con la Radio Nacional de Colombia (RNC). Y lo peor es que mientras llega, debe buscar la forma de asumir sus gastos. Y como “uno acá trabaja con la tierra arrendada, entonces también quedé embalado para pagar eso” (Escuche la historia contada por el propio protagonista). Con justa razón los campesinos temen a la lluvia en exceso, más cuando el Ideam ha pronosticado que la temporada invernal este año se extenderá hasta diciembre. Pero los habitantes de la ciudad, quienes pueden permanecer tranquilos bajo las cobijas, también sufren las consecuencias. “Si para el agricultor o el ganadero sus productos pierden valor, porque aumentan los costos de producción y transporte, para el consumidor también se incrementan los precios”, explica Rafael Mejía, Presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia. (Escuche el audio completo de este experto, de la RNC, en el que hace un análisis de lo que significa para los campesinos la llegada de la temporada de lluvias en Colombia). Los ganaderos tampoco se salvan. No pueden alimentar adecuadamente ni desplazar a otras tierras a su ganado bovino. Por lo tanto se reduce la producción lechera y de carne, y los consumidores de nuevo llevan del bulto. Graciela Chavez, directora Ejecutiva de la Unión Nacional de Asociaciones Ganaderas Colombianas, señaló en la Radio Nacional de Colombia que los dos últimos años han sido más crudos que los anteriores y por ello la situación de este sector empeora. Refirió el caso de los dos millones de cabezas de ganado en Córdoba, que están atrapadas en la zona de los ríos Sinú y San Jorge. (Escuche el audio completo de esta representante gremial, con una breve descripción de algunas de las situaciones adversas que enfrentan los ganaderos, particularmente, en la Costa Caribe). Por la magnitud del drama que causa el invierno, resultan insuficientes los mercados, kits de aseo, colchonetas, tejas de zinc, botas plásticas y sacos para las barreras de contención con que las autoridades atienden la emergencia de cada año. Y, a pesar de los esfuerzos de la Dirección de Prevención y Atención de Desastres, la prevención de fondo que debería hacerse para evitar que la tragedia se repita año a año nunca se hace. Se requeriría de grandes proyectos de forestación para que los cauces de los ríos se mantengan profundos y el agua no se salga a damnificar la gente. Por ahora la recomendación no es demasiado alentadora:  “Haga todos los preparativos por si necesita abandonar su casa por unos días durante la inundación”.