Hacía tiempo que el Congreso no protagonizaba un debate ideológico y de gran altura. La penalización del aborto, un proyecto de talante conservador, fue el pretexto. Un debate que no sólo dividió a la Comisión Primera del Senado, que durante casi dos semanas se ocupó de una discusión que muchos consideraban zanjada y resuelta desde 2005 -cuando la Corte Constitucional avaló esta práctica en tres casos específicos-, sino que también polarizó a todo el país.  El veredicto final de la Comisión Primera, 9 votos contra 7 (8 en la práctica, pues el senador conservador Eduardo Enríquez Maya tuvo que ausentarse de la votación), es una prueba de que el país está totalmente dividido frente al aborto. Basta ver los sondeos de los medios de comunicación para comprobar que la mitad de la sociedad colombiana está en contra de esta práctica, y la otra acoge la postura de la Corte Constitucional. Por eso la sensación es que el Partido Conservador perdió en el Congreso una durísima batalla. La que quiso dar para, mediante una ley, revertir los alcances de la Corte Constitucional que admitió el aborto sólo cuando se trate de embarazos producto de violación de la mujer, de malformación genética insalvable del feto, o cuando el embarazo supone un riesgo de muerte para la madre.  Pero la realidad es otra. Los ‘godos’, a pesar de haber sido tratados de “bárbaros, arbitrarios, cavernarios...” (adjetivos que se oyeron durante el debate) pusieron la discusión sobre la mesa. Y la forma como se debatió, según la radiografía del senador Armando Benedetti (La U), es que más allá de creencias religiosas en Colombia “hay distintas posiciones políticas de la forma de ver el Estado”. José Darío Salazar, presidente del Partido Conservador, fue quien se atrevió a revivir la discusión. Lo hizo desde el mismo día en que asumió la presidencia del partido, y a la hora de defender su postura ideológica, durante el debate, expuso argumentos “razonables, lógicos y respetables”, pues así fueron calificados por todos sus colegas, al final del debate.  La Comisión Primera del Senado, presidida por el liberal Luis Fernando Velasco, también le envió un mensaje al país. Y es que más allá de la imagen negativa que tiene, a manera de INRI, el Congreso, es capaz de dar debates de nivel, y sobre todo, con plenas garantías para todas las posturas democráticas. Esto, a pesar que el senador Manuel Enríquez Rosero (La U), ponente del proyecto que pretendía prohibir el aborto, insinuara que no las hubo, sobre todo porque no se permitió aprobar una proposición que, este miércoles 12 de octubre, pretendía aplazar la votación una semana más para escuchar las posiciones de la fiscal general de la Nación, Viviane Morales, y del procurador general, Alejandro Ordóñez. Velasco rechazó esa insinuación al advertir que él “no es un hombre de trampas ni trapisondas”. Y que hizo con los ponentes “un pacto de caballeros” para que la votación fuera este miércoles, como finalmente se produjo. Lo cierto es que Velasco dejó hablar a todos quienes querían pronunciarse, sin límite de tiempo.  Lo cierto, es que esa proposición de última hora, que pretendía un nuevo aplazamiento del debate, se produjo en el mismo momento en que los conservadores se dieron cuenta que, a pesar de haber iniciado con mayoría, se fueron cambiando los votos.  Porque antes del debate, en las apuestas de todos los que seguían al milímetro la discusión, las cuentas eran favorables al proyecto. Para muchos los senadores Karime Mota y Carlos Enrique Soto, de La U; y Jorge Londoño, del Partido Verde, parecían estar acompañando la iniciativa. Pero a la hora de la verdad, expusieron públicamente sus posturas y ellas se inclinaron para pedir el archivo del proyecto.  La clave para que estos tres senadores cambiaran de posición (pues en debates previos habían insinuado que apoyarían el proyecto) fue la especie de lobby de dos senadores de La U: Roy Barreras, ponente del texto que pedía el archivo, y Armando Benedetti, quien pese a no ser de esa comisión y no poder votar, expuso sus argumentos que fueron determinantes para que los indecisos definieran sus posturas. En el momento decisivo, el Partido Verde asumió como postura institucional votar en contra del proyecto, lo que obligó a Londoño a acoger esa decisión; Karime Mota le dio prioridad a los derechos de la mujer; y Carlos Soto acogió la sentencia de la Corte Constitucional a la vez que pidió políticas públicas y de Estado en la materia.   Los que parecieron inconformes fueron los nuemorsos asistentes que, desde las barras, pedían la prohibición del aborto. A tal punto que al aceptar a regañadientes la decisión, salieron del recinto del Congreso gritando "asesinos" a quienes habían votado para que se archivara el proyecto.  Pero los senadores conservadores, como Hernán Andrade, admitieron y aceptaron públicamente la decisión. “Fue una derrota con argumentos, pero en la que se votó libremente a diferencia de lo que decían algunos columnisitas, que estabamos atemorizados por el procurador Ordóñez”, dijo, a la vez que calificó la votación (por diferencia de un solo voto) como el argumento para afirmar que el debate sobre el aborto “está vigente y lo tiene que dar el país en general”.  Por eso, Andrade y Salazar advirtieron que quienes pretenden que la Constitución proteja “el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural” no terminarán su lucha con esta decisión del Congreso. Y anunciaron que buscarán al constituyente primario, al pueblo colombiano, para que mediante un referendo sea el que se pronuncie para dirimir la discusión.  Para ello, los conservadores ya tienen algo más de cinco millones de firmas, las mismas que respaldaron y acompañaron la iniciativa que se hundió este miércoles en el Congreso. El tema del aborto, así muchos lo consideren resuelto, tendrá nuevos escenarios.