Reconstruir las relaciones sociales que fueron destruidas por la guerra será una tarea complicada. Ahora que el proceso de diálogos entre el gobierno y las Farc parece irreversible, uno de los retos más grandes será conseguir las comunidades afectadas por la violencia vuelvan a existir la seguridad y la confianza para convivir en paz. De eso depende en gran medida el éxito del posconflicto. Por eso es importante pensar desde ya en las iniciativas que existen actualmente para lograr ese propósito. Una de ellas se llama Tiendas de Paz, un proyecto de la Fundación Bavaria y el Departamento de Prosperidad Social (DPS), ejecutado por la Fundación Interactuar, que intenta que las tiendas rurales se conviertan en espacios de resurgimiento de la vida comunitaria, específicamente en aquellos lugares en los que las personas retornaron después de haber huido por la violencia. Desde 2011 han apoyado 30 tiendas en municipios como San Carlos, Antioquia, o Valle del Guamuez en el Putumayo.Yadira García huyó con su familia en 2002 de la vereda Chocó, de San Carlos, cuando llegaron los paramilitares a disputarse ese territorio con la guerrilla. Permaneció cinco años en Medellín hasta que vio que había posibilidades de regresar. Muchos de sus vecinos también volvieron, los mismos con los que, antes del desplazamiento, repartió la mercancía y la plata que había en la tienda comunitaria que administraban en conjunto a través de la Junta de Acción Comunal.El retorno no fue nada fácil, y la muestra es que la tienda no se reabrió sino hasta 2013, cuando Yadira se puso de acuerdo con otros 43 vecinos para retomar ese espacio que antes les había pertenecido. Cada uno aportó una parte de dinero y volvieron a surtir. Pero las instalaciones estaban muy deterioradas y no habían logrado implementar un método de contabilidad eficiente. Aun así lograron mantenerla en pie hasta agosto del año pasado, cuando accedieron al programa de Tiendas de Paz.Con ello recibieron recursos para la reparación de la infraestructura de la tienda, capacitación en técnicas contables y comerciales y la donación de 18 millones de pesos para constituir un fondo de ahorro comunitario. Yadira dice que este apoyo no solo se ha traducido en mayores ingresos sino en un fortalecimiento de la junta de acción comunal de su vereda. “como trabajamos en conjunto, estamos más organizados y siento que cada día estamos un poquito más participativos”, explica.Ella, por ejemplo, es la secretaria del comité de administración de la tienda. Otros manejan el fondo de ahorro en el que prestan plata a los asociados con bajos intereses y, dice Yadira, “sin tanto papeleo como en los bancos”. “Aunque hemos tenido algunos inconvenientes, hasta el momento hemos logrado darle buen uso al fondo y a muchos les ha servido para sacar adelante sus cultivos y sus animales”, añade.La experiencia de Yadira ha sido exitosa, pero los procesos pasan por muchos altibajos para consolidarse. Las tensiones inherentes a todas las relaciones humanas son potenciadas por las heridas que deja la guerra. Por eso es más difícil lidiar con el individualismo, la desconfianza y la envidia. Además, en muchos lugares el DPS y Bavaria han desistido de impulsar las Tiendas de Paz por cuenta de que las comunidades se encuentran demasiado fragmentadas como para que el proyecto tenga alguna viabilidad.“A pesar de que llevamos cinco años haciendo esta intervención, hay que reconocer que el programa es todavía incipiente. Por eso estamos en una fase de balance para identificar las fortalezas y las debilidades de la propuesta. La idea es tener esos insumos para mejorarla de cara a un inminente posconflicto”, explica Mauricio Rodríguez, funcionario del DPS.Más allá de los debates políticos que se dan en las ciudades en torno a los diálogos entre el gobierno y las Farc, lo cierto es que la paz se va a definir lejos de ellas. Todos los actores del país tendrán que volcarse hacia las regiones para reconstruir los territorios en todos sus aspectos. Las Tiendas de Paz le apuntan a fortalecer el tejido social de comunidades que han retornado del desplazamiento forzado alrededor de las tiendas comunitarias. Aunque el caso de Yadira muestra que pueden tener efectos positivos, hace falta mucho trabajo para que en los campos se pueda volver a vivir en paz.