"Esperamos que no cesen en su lucha por continuar alejados de nosotros, alejados del mundo de los motores, motores que sólo sirven para ser garroteados y hacer chaquiras con sus tornillos más pequeños y colgárselas del cuello con una pita de chambira. Cariba malo”. El epígrafe del último libro del politólogo colombiano Roberto Franco resume la esperanza que obsesionaba al mayor conocedor de los pueblos indígenas aislados: que nadie jamás los encuentre. Cariba malo, que significa hombre blanco malo, muestra en dos palabras la historia de la lucha centenaria de pueblos que optaron por internarse en la selva para no morir de hambre, gripa, malaria, encadenados o esclavizados. El tiempo pasó pero para ellos da lo mismo un español con armadura que una draga minera, o un arcabús que una motosierra. Tal vez por eso no quieren volver. Le recomendamos: Grandes historias medioambientales para no olvidar Saben que hay algo más allá de la selva porque oyen y ven los aviones que a diario cubren la ruta comercial Bogotá-Leticia cuando vuelan sobre el Parque Nacional Natural Puré, en el Amazonas. Allí se encuentran no más de cien familias de los yuris y los passés, los dos grupos de indígenas no contactados de cuya existencia hoy tiene certeza el país gracias a Roberto Franco. Hasta 2014, cuando murió en un absurdo accidente sobre las selvas del Caquetá, Franco llevaba más de 20 años estudiando la presencia de aislados en territorio amazónico. Logró desvirtuar la teoría de que yorimanes y yurimaguas, indígenas brasileños de rostro tatuado, hubieran desaparecido de la faz de la tierra a manos de conquistadores españoles y portugueses.

Foto: Por más de 20 años, Roberto Franco recopiló información sobre los yuris y los passés. Sus hallazgos están en Cariba Malo, su última obra, publicada en 2012. A la derecha, una ilustración de estos indígenas que data de 1873. Paul Marcoy -tomada del libro Cariba malo. Con material bibliográfico, testimonios y sobrevuelos a ras de selva, demostró que hacia finales del siglo XIX, descendientes de estas etnias caminaron más de 700 kilómetros rumbo a las selvas colombianas huyendo de los caucheros, para aislarse definitivamente del mundo. Subieron por los ríos Caquetá y Putumayo hasta encontrar el río Puré. Y cambiaron su nombre a yuris, passés, uainumás y jumanas. Los yuris y los passés, aunque son etnias distintas, al parecer han viajado juntas por años. Daniel Aristizábal, coordinador del grupo de pueblos aislados de Amazon Conservation Team Colombia (ACT) dice que se trata de tribus hermanas, que comparten mujeres y tiene sus malocas muy cerca. “Mi hipótesis es que llevan 200 años juntos, y que hoy seguramente son los mismos. Eso es común en la selva, por eso los nombres son compuestos: bora miraña y matapi yucuna son ejemplos. Casi siempre son familias fusionadas. Muchos aislados han robado mujeres de otras etnias para seguir reproduciéndose”. Puede leer: Amazonia en peligro: expansión de carreteras y ferrocarril preocupa a conservacionistas e indígenas Al momento de su muerte, Franco era investigador de ACT. Esta organización internacional lleva 22 años estudiando a los no contactados en la selva y retomó las investigaciones del politólogo para avanzar con acciones que aseguren la supervivencias de estas tribus.

Foto: Indígena passé. Aunque sus hogares en la cabecera del río están blindados por densas selvas y pantanos, en la zona hay amenazas que ponen en peligro su sobrevivencia. “El río Puré está ubicado en la frontera con Brasil, por ahí entraron. Antes de la creación del parque, en 2002, sus principales problemas eran las pistas de aterrizaje construidas por los narcotraficantes, el tráfico de madera, la cacería y pesca y la minería ilegal del oro”, dice Aristizábal. Algunas familias viven en el Parque Natural Puré totalmente aisladas. Hay seis malocas identificadas en la zona. Con la salida de las Farc los narcotraficantes abrieron nuevas rutas que habían tenido frenadas en los últimos diez años. ACT llama la atención sobre esa amenaza. “En los ríos Putumayo y Caquetá hay bases militares en Colombia y Brasil, entonces los narcos, para evitar pasar por ahí, están cortando por el río Puré. Aunque los aislados están más distantes de ese trayecto, en cualquier momento podría presentarse un contacto, lo que desataría un enfrentamiento. También hay una fuerte amenaza por la extracción de madera selectiva por el sur del parque”. Argumentos para aislarse No solo las plagas europeas causaron el aislamiento de estas tribus. Franco encontró que curas franciscanos recorrieron el río Putumayo empeñados en evangelizarlos, y los atraían con hachas, machetes, cuchillos y ropa. Una estrategia similar usó en los años setenta el evangelizador bautista Donald Fanning que, piloteando una avioneta, lanzaba ropa y comida junto a las malocas. O como los misioneros del Instituto Lingüístico de Verano a finales de la misma década, que desviaron de sus rutas migratorias ancestrales a los nukak maku con acetaminofén y dulces. Estaban enfermos por haber tenido contacto con cocaleros y traficantes. Necesitaban ayuda y los alcanzaron de esa manera.

Foto: Parques Naturales, ACT y comunidades indígenas aledañas a los pueblos no contactados trabajan para respetar su aislamiento. Los estudiosos dieron por perdidos a los yuris, passés y jumanas a finales del siglo XIX. Y reaparecieron en enero de 1969, cuando dos caucheros y comerciantes ingresaron a la maloca de unos indígenas cerca al río Puré. Julián Gil y Alberto Miraña entraron al sitio, pero Alejandro Román volvió a la finca a esperarlos. Nunca regresaron. “En una segunda expedición de militares, indígenas, caucheros y cazadores, fue encontrada la maloca. Una de las patrullas mató a cinco indígenas indefensos. Seis más fueron tomados como rehenes, hasta que un periodista francés los devolvió a la selva. Fueron llamados caraballos por el parecido de uno de ellos con el boxeador Bernardo Caraballo. Nadie entendió su lengua”, relata Franco en su libro. Los describieron como carnívoros de cuerpos gruesos, con pies y brazos largos que llegaban a las rodillas. Le sugerimos: Alistan 18,5 millones de dólares para frenar deforestación En los años ochenta y noventa, los aislados del Puré quedaron a merced de narcotráfico y guerrilla. Pero supieron mantenerse al margen. Solo los delató su gusto por los tornillos de los motores. Pobladores del lugar le contaron a Franco en la zona de La Pedrera, en el Amazonas, que los aislados le desbarataron dos motores y una planta eléctrica a la guerrilla en 2001, a punta de garrote, para sacarles los tornillos y las tuercas para hacer collares. Ya es un hecho En 2010, Parques Nacionales y ACT unieron fuerzas para tener certeza de la existencia de los yuris y los passés y justificar una política pública para protegerlos. Hasta el momento no había ni una fotografía de ellos. Al sobrevolar Puré, una comisión liderada por Franco fotografió malocas rectangulares con los extremos redondeados y tres indígenas yuris y passés. No podían contener la emoción. Desde ese momento, ACT ha armado el rompecabezas de los no contactados, con la suma de los 18 indicios en la Amazonia. La organización revisó los escritos de viajeros, caucheros, colonizadores y misioneros, realizó sobrevuelos lineales para identificar sus hogares, entrevistó gente que los ha visto o sentido y georreferenció ecosistemas dominantes, como las cabeceras de los ríos.

También acordó que los resguardos indígenas vecinos no cazaran, pescaran o extrajeran madera en sitios cercanos a los que ocupan los aislados. Por el trabajo de ACT se sabe que usan malocas rectangulares, y cultivan yuca, chontaduro, plátano y coca en su cercanía. No tumban árboles. Su fijación por los instrumentos metálicos los impulsa a realizar expediciones fuera de su aislamiento para buscar ollas, machetes y cuchillos. Ingresan a las malocas de grupos indígenas conocidos, pero nunca se llevan ropa, toldillos o hamacas, solo lo que consideran como herramientas. Pueden armar elaborados cargueros de bejucos y dejarlos abandonados. Pero nunca van a botar un cuchillo, un machete o una parte de un avión porque los consideran grandes trofeos que ayudan a sobrevivir mejor. “En la selva hay cosas abandonadas, como timbos de gasolina que dejaron los narcos. Saben que hay más afuera, lo que no conocen es la amplitud. Relacionan al hombre blanco con narcos, guerrilleros, misioneros, mineros y madereros que los han perjudicado.”, resalta Artistizábal. Proteger su aislamiento La mayor amenaza para los aislados es la deforestación, que en 2017 acabó con más de 144.000 hectáreas de bosque amazónico. El contacto de un aislado con un blanco puede revivir las nefastas muertes que se iniciaron en la conquista. Un simple estornudo de un colono puede llevar al indígena a la muerte, ya que su organismo no conoce ciertas enfermedades. Además de la motosierra, a estos grupos los amenazan la minería, ganadería, carreteras e hidroeléctricas, y el acecho constante de misioneros, antropólogos y hasta turistas , que los puede llevar a su desaparición. Por otro lado, dejarlos sin bosque significa dejarlos sin con qué vivir.

Foto: No tienen machetes ni hachas para talar árboles. Entre la selva cultivan plátano, yuca, chontaduro y coca. Por eso los identifican desde el aire. Franco soñaba con que una política pública protegiera a los aislados para evitar su exterminio. Su sueño se materializó cuatro años después de su muerte con el Decreto 1232 de 2018, que establece medidas de prevención y protección, y crea un sistema nacional para garantizar sus derechos, liderado por el Ministerio del Interior. Parques Naturales presionó al gobierno para la creación de este decreto, junto con Franco y ACT. Pero viene trabajando con los no contactados desde 2002, cuando creó el Parque Nacional Puré para salvaguardar sus territorios. Puede leer: Este sábado arrancan sobrevuelos turísticos por Chiribiquete “En Puré creamos un plan de manejo, que precisó la localización de zonas intangibles donde nadie puede hacer actividades que afecten a estos pueblos”, dijo Diana Castellanos, directora territorial de la Amazonia de Parques Naturales. Con el descubrimiento de más indicios en la Amazonia, Parques emitió una resolución interna con directrices de cómo actuar en caso de encontrar un aislado. “Incluye cosas simples como no darles ropa o comida, y evitar contactos directos para prevenir contagio de enfermedades y virus que sus organismos desconocen”. En Chiribiquete En Chiribiquete hay serios indicios de la presencia de aislados en la parte sur, descubiertos en el proceso de su primera ampliación. Con los vecinos de la zona, del resguardo indígena de Mirití, Parques trabajó para no afectar su vida sin contacto con el resto de la civilización. “Los indígenas del resguardo siempre han sabido de los aislados y tienen reglas internas para no alterarlos. Hoy en día estamos actualizando el plan de manejo para incluir zonas de la parte norte, que sí colindan con los colonos. Los evangélicos son una amenaza constante”, dice Castellanos.

Foto: Niños indígenas del Amazonas aprenden sobre la historia de los aislados. Claro que el decreto no ha despegado del todo. “Habla de la conformación de un comité, que aún no han establecido. Si un indígena decide dejar el aislamiento, no hay un procedimiento o protocolo que establezca el paso a seguir, o a quién toca llamar”. Parques no quiere repetir la historia de los nukak. Espere el especial completo en los próximos días en www.semana.com