Cuando el presidente Ernesto Samper lanzó el nombre de Jaime Bernal Cuéllar como su candidato en la terna presentada ante el Senado para la elección del nuevo Procurador General, lamayoría de los observadores políticos estuvieron de acuerdo en dos cosas. La primera, que se trataba de uno de los profesionales mejor preparados para asumir la dirección del Ministerio Público. La segunda, que su posición de apoderado y consejero de varios congresistas y miembros del gobierno implicados en el proceso 8.000, entre ellos el propio presidente y el ministro del Interior, Horacio Serpa, impedían garantizar la independencia del jurista bogotano en el desempeño de sus funciones al frente de la Procuraduría.Aún así, el guiño del primer mandatario fue suficiente para que, por abrumadora mayoría, el Senado eligiera la semana pasada a Jaime Bernal Cuéllar como nuevo Procurador General, en reemplazo de Orlando Vásquez Velásquez, destituido recientemente por la Corte Suprema de Justicia.Ante la sombra de duda alrededor de su nombramiento, Bernal Cuéllar tiene varios retos por delante. El primero de ellos será limpiar el nombre de una institución que en los últimos meses se ha visto empañada por la corrupción interna. El segundo, devolverle la credibilidad a un cargo que quedó con muy mala imagen frente a la opinión pública en manos de su antecesor, entre otras cosas por apartarse de sus deberes e intentar entorpecer la administración de justicia. Para ello, Bernal Cuéllar deberá demostrar que cuenta con la suficiente independencia para asegurar la diafanidad en todos los procesos de control. El tercero, y quizás el más importante, será aliviar de una vez por todas los roces que el organismo ha tenido en el pasado con la Fiscalía General, de manera que el Ministerio Público se convierta en un aliado de confianza en la lucha contra la corrupción y el delito en Colombia.El desafío no será nada fácil, pero para nadie es un secreto que el nuevo Procurador tiene a su favor una hoja de vida que lo acredita como uno de los juristas y catedráticos más serios del país. Sin embargo, el conocimiento de su oficio no será suficiente si no le garantiza a los colombianos la absoluta imparcialidad en el cumplimiento de sus funciones.Será la única forma de demostrar que, lejos de ser un procurador de bolsillo, Bernal Cuéllar es el hombre indicado para salvar el honor de una institución en crisis.