Ana María Pereira nació en la Amazonía brasileña, un lugar donde la vida late con fuerza, la naturaleza impone su ley, los árboles saludan desde 70 metros de altura, el río se desborda y fecunda la tierra y hay tantos colores como especies animales. Ella, como pocos, tiene en sus manos los secretos de la selva. Cada mañana trepa hasta la copa de los açaeiros y con la habilidad de un mono se desliza y arranca los frutos. Llena hasta el tope ocho canastos y luego, con la paciencia de un artesano, los amasa hasta convertirlos en una pulpa morada que deja su piel suave e hidratada. Aprendió de sus ancestros las propiedades de esta y otras frutas exóticas y de la infinidad de raíces, semillas, insectos, reptiles y árboles que se asoman en cada rincón de la jungla. Por ejemplo, Ana sabe que el cacao hidrata, la andiroba es un poderoso reparador y cicatrizante, el maracuyá alivia cualquier dolor y la leche de castaña es una fuente de nutrición capaz de reemplazar la de las vacas. Nadie como ella conoce a la manigua, esa gran farmacia verde que le da todo para vivir. Ni el empresario más rico de Sao Paulo puede darse el lujo de observar desde su ventana una alfombra verde de más de cuatro millones de kms cuadrados, la imagen que la recibe al despertarse. “Mi familia podría trasladarse a una ciudad gigante pero no nos interesa, allí seríamos muy pobres. En cambio, vivo a orillas de un río y el jardín de mi casa es tan grande que no me alcanzaría una semana completa para atravesarlo”, cuenta mientras camina por el caserío de Moju, a tres horas en lancha de la ciudad de Belém do Pará. Ella, su esposo Cándido y sus 12 hijos forman una de las 3.200 familias que extraen 14 activos de la biodiversidad (materias primas) y los comercializan con Natura, la compañía brasilera líder en higiene personal, perfumería y cosméticos presente en Argentina, Chile, México, Perú, Francia y Colombia. Gracias a la intervención de Natura las 23 comunidades con las que comercia aprendieron a asociarse, a pactar un precio justo y a administrar las ganancias. “Antes venían intermediarios y nos compraban la cosecha por unos pocos reales. Ahora sabemos que nuestro trabajo es muy importante porque hace sentir bonitas a muchas mujeres del mundo”, cuenta Ana. Por su labor de recolección, cada uno de los lugareños recibe el equivalente a un salario mínimo colombiano, dinero que se suma a lo que obtienen por la venta de su cosecha. Pero ahí no terminan sus ingresos, el conocimiento tradicional y el patrimonio genético también son valorados por Natura, que por medio de inversión social reconoce a las comunidades su sabiduría. En la última década la multinacional destinó 10 millones de dólares a los pueblos productores a modo de inversión. Así lo explica Diego de Leone, director de la Unidad de Negocios para las Operaciones Internacionales de la compañía: “No somos una ONG, tenemos un objetivo económico. Lo que sucede es que encontramos una forma de ganar impactando de manera positiva en las personas, la sociedad y el medio ambiente”. En 2011 los ingresos netos de Natura superaron 2.700 millones de dólares, un logro considerable para un negocio pionero que combina la rentabilidad económica con la preocupación por el medio ambiente y el bienestar humano. Una red en donde todos ganan La línea Ekos está basada en la creencia de que la vida es una cadena de relaciones en la que Ana es el primer eslabón. La historia empieza con los frutos que ella recolecta en el Amazonas y exprime con sus manos, continúa en las fábricas locales, sigue en la casa matriz de Natura en Sao Paulo, se difunde gracias a las consultoras que tiene la fábrica brasilera y termina en la piel de millones de mujeres. En esta red todos ganan. Ganan las comunidades tradicionales y gana también la selva, que permanece viva, pues solo 70 % de la cosecha es utilizado y el 30 % restante se deja en los árboles para que el ecosistema no se desequilibre. A partir del relanzamiento de su línea Ekos, a mediados de este año, Natura duplicó la cantidad de activos naturales en sus fórmulas e incluyó un mayor porcentaje de materiales reciclados en sus empaques. De cada dos botellas plásticas en las que vierte los cosméticos, una ha sido rescatada de la basura. Además, tiene envases elaborados con plástico verde, que proviene de la caña de azúcar y no del petróleo. “Los colombianos aún no tienen la voluntad de pagar más por este valor agregado, pero sí aprecian cuando una compañía es socialmente responsable –explica Axel Moricz de Tecso, gerente general de Natura en Colombia–. En el futuro los consumidores van a preferir una u otra empresa no solo por su producto final, sino por sus buenas prácticas. A eso le apuesta Natura”. Bien lo reza el manifiesto “Tú estás aquí”, en el que la compañía definió el modo de pensar y de actuar que la iba a diferenciar de las demás empresas: “El capitalismo no necesita ser salvaje, ni aun en la selva. ¿Qué vale más: un metro cuadrado en Avenida Paulista, en el corazón de Sao Paulo, o un metro cuadrado del Amazonas?” Para Natura la respuesta es obvia.