En Colombia hay normas básicas de convivencia que merecen ser recordadas, tan simples como hacer una fila y respetar las intersecciones para no bloquear a los otros. La cuestión no es solo de respeto, sino de sentido común. Un reciente video, titulado Enseñándole a un conductor a hacer la fila, registró uno de estos tantos casos. La sanción social de la comunidad fue contundente. Un grupo de ciudadanos, encabezados por un ciclista, se detuvieron frente a un vehículo que pretendía hacer doble fila, invadir el carril contrario y recorrer un tramo en contravía. Su argumento era que tenía que llegar rápido al trabajo.  Aparte del abuso, el conductor se empecinó en cuestionar a los ciudadanos que le habían impedido el paso. En una muestra de terquedad y orgullo, el hombre increpado se resistió incansablemente (por lo menos 12 minutos, según se ve en el video) a reconocer su error. “Usted viene aquí a creerse en el derecho de juzgarme a mí y a hacerse el héroe, porque usted nunca ha hecho nada mal, ¿cierto? Usted es perfecto”, le decía al ciclista, que con pocas palabras intentaba hacerlo caer en razón. El conductor del vehículo, sin proponérselo, reconocía su error, pero no lo remediaba. Por el contrario, se justificaba una y otra vez ante el creciente, pero respetuoso, rechazo de los transeúntes. Mientras ocurría la discusión, cuatro taxis en fila cometieron la misma conducta (lo que empaña más la imagen de ese gremio). Ante esa escena, el conductor que protagonizaba el hecho de nuevo se excusaba con la tan común falacia de “los otros hacen lo mismo”, como si el error ajeno excusara el propio. Uno de los taxistas, cuestionado por quien grababa, también se escapaba con la misma excusa pero aún más salida de contexto: “Siempre es al más pobre, al 'ricachón' no le dicen nada, ni al senador, ni al ministro”. Al parecer, a todos les costaba mucho aceptar el error. La infracción es menor y muchos podrán ignorarla sin indignarse, pero se repite miles de veces desde hace años. Eso es lo preocupante. Conductas dañinas como esta y muchas otras son parte del paisaje y como “otros lo hacen” y como “así ha sido siempre” se han incrustado en el comportamiento colectivo. Es cierto que la movilidad en Bogotá es a menudo desesperante y que cada quien tiene su afán; es cierto, pues, que andar por las calles supone un acto de paciencia. Pero esos no pueden ser pretextos para violar normas mínimas de convivencia, de tránsito y de sentido común. La tan extrañada cultura ciudadana, que está en mora de recuperarse, comienza por pequeños detalles como respetar una fila. Twitter: @miguelreyesg23