Este jueves, un día después de ser hallada con vida por organismos de socorro y con el apoyo de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), el país vive con esperanza la historia de María Nelly, la joven de 18 años que increíblemente sobrevivió al accidente que sufrió la avioneta en que viajaba de Nuquí y Quibdó (Chocó) y pasó cuatro días en medio de la selva junto con su hijo de un año. Una vez fue rescatada, la mujer fue trasladada a un centro hospitalario de la capital chocoana donde recibió atención médica por cuenta de las quemaduras que recibió en el momento de sacar al bebé de la aeronave accidentada. Allí fue abordada por periodistas locales que lograron conversar con ella antes de ser trasladada a Medellín para continuar su tratamiento. Semana.com conoció en su integridad sus declaraciones. La joven narra pausadamente y con la voz apagada la odisea que vivió y que tuvo un milagroso final feliz. La charla por momentos se interrumpe y no es cronológica, pero es desgarradora y muestra la valentía de una sobreviviente. Para empezar, habló del momento en que el avión se estrelló en un cerro y logró salir de los escombros. “Cuando salí del avión me fui. Eran como las 6 (de la tarde) y nos montamos a una peña. Nos fuimos trepando por unos palos y yo me lancé de una peña, arriba. El río estaba muy hondo y el niño se me estaba ahogando. Y lo puse boca abajo para sacarle el agua y seguimos y había otro río pero estaba muy grande y no podía pasar”. Maria Nelly continuó su relato tras una pregunta. “Entonces nos fuimos trepando por un monte hasta que llegamos (inaudible). Allá no había nadie. Eso estaba solo, no había nada. Cuando llovía me levantaba y cogía agua de unas hojas que tenían agua y tomábamos yo y el niño”. Ella contó emocionada otros detalles de su recorrido por la espesura de la selva y el último día de supervivencia cuando fue encontrada por los organismos de socorro. “Grité y no me oían. Tuve que bajar al río a tomar agua y me fui siguiendo el río y llegué a un punto donde estaba muy alto que no podía pasar. Me fui con él (niño)”. Añadió que “había un fierro alto, una palizada, y me trepé por ahí y fui cogiendo al niño de un bracito y lo fui subiendo. Había un palo grande y me senté y me quedé dormida con el niño ahí. De tanto gritar llegaron unos señores a rescatarme. Cuando llegaron me dolía mucho el pie y el pecho de tanto gritar”. Ahí inició este verdadero milagro, ocurrido en las inhóspitas selvas de Chocó.