La historia de la Mata Hari se ha repetido en más de un país. En Colombia la hubo una en el caso de las chuzadas del DAS. En Cuba también existió la propia: Marita Lorenz, una espía que tuvo en sus manos la posibilidad de matar a Fidel Castro, pero que en el intento le ganó el amor. A principios de 1960, la ‘Mata Hari del Caribe’ empacó unas pastillas letales en un tarro de crema rejuvenecedora. El destinatario era el recién posesionado jefe de Estado cubano, Fidel Castro, su amante durante los últimos ocho meses. Hoy, en retrospectiva, ve el evento con otros ojos. “Me sentía incapaz de llevar a cabo la misión que Frank Fiorini (Frank Sturgis, condenado luego por el Watergate) me había encomendado. No iba a matar a Fidel, no fallé, como otros cientos que lo intentaron después. Sencillamente, fui incapaz y no me arrepiento”, explica hoy, 50 años después, para El País de España. Pero incluso si hubiera decidido seguir adelante con la llamada Operación 40, una trama gubernamental que, según Lorenz, unía a la CIA, al FBI, al exilio cubano y la mafia, no podría haberlo hecho. El punto de quiebre llegó cuando en la habitación del hotel Habana Libre, que solía compartir con Castro, abrió el bote de crema comprobó que las pastillas se habían desintegrado y solo quedaba una masa pastosa del arma que debía de acabar con la vida del líder de la revolución. Fue la señal; un golpe del destino que cambió el rumbo de su vida, la de Fidel, y la historia de Cuba y no se sabe el de cuántas naciones más. “Lo tiré por el bidé”, relata tranquila. “No se iba por el desagüe y tuve que empujarlo, hasta que despareció del todo. Entonces me sentí libre. No lamento no haber matado a Fidel, al contrario: es la decisión de la que estoy más orgullosa en mi vida”, dice para El País. Este trascendental hecho y muchos otros hitos que marcaron el siglo XX son relatados ahora en Yo fui la espía que amó al Comandante, sus memorias. A los 75 años, con ayuda de la asistencia pública en Baltimore (Estados Unidos), en un pequeño y modesto apartamento donde vive sola, contó su agitada historia de vida. “Siempre estuve destinada a estar sola. Y no sé por qué”, dice. Hay algunos indicios dolorosos de las raíces de esa soledad. Lorenz debía haber llegado al mundo junto a su hermana gemela, pero cuando su madre ingresó en el hospital de la ciudad alemana de Bremen para una revisión, el pastor alemán de un oficial de las SS, que la increpaba por haber seguido acudiendo hasta el final de su embarazo a un médico judío, la atacó y su hermana, Ilona, murió. Desde entonces el destino se encargó de darle la fuerza para afrontar su vida sola. Era el 18 de agosto de 1939. Hitler se disponía a invadir Polonia. Con este hecho inicia el primer capítulo del libro Yo fui la espía que amó al Comandante, que publica Península, del grupo Planeta, y que este mes llegará en librerías de Colombia. Las primeras 48 páginas del libro son los primeros 19 años de 'La Alemanita', como la bautizó Fidel. En la Segunda Guerra Mundial, Lorenz, de madre americana y padre alemán, acabó internada en el campo de concentración de Bergen-Belsen cuando tenía cinco años. “En los barracones en los que yo estaba, los mismos en los que falleció Anna Frank, nos abrazábamos entre nosotros. Desde niños pequeños a adolescentes, para no morir de frío, aunque algunos ya estaban medio muertos”, relata hoy serena, aunque sin olvidar que en ese entonces lloró hasta que no le quedaron lágrimas. A Marita Lorenz la encontraron escondida debajo de un cama tras liberar el campo los británicos el 15 de abril de 1945. “Cuando el conductor de la ambulancia me sacó de debajo de mi escondite estaba llena de piojos, de gusanos, de moratones y pesaba menos de 20 kilos”. Fue una de los 200 niños que sobrevivieron aplicando el lema: “No hables, no pienses, no respires”. Para ella, lo que sucedió en 1945 fue el final de una pesadilla y el inicio de otra. Con siete años, Marita fue violada el día después de Navidad de 1946 por un sargento estadounidense en la Alemania liberada por los aliados. Luego conoció a Fidel en La Habana en febrero de 1959 cuando ella tenía 19 años y él 33. “Me convertí en su amante y quedé embarazada. En Cuba fui drogada y forzada a lo que calificaron como un aborto. Décadas más tarde supe que mi hijo había sobrevivido y se llamaba Andrés”, dice. “¿Alguien puede imaginar qué supone eso para una madre a la que le arrebatan a su bebé en una mesa de operaciones y sale de Cuba con el vientre vacío?”, se pregunta Lorenz en conversación con el diario español. La 'Mata Hari del Caribe' asegura que ya no teme por su vida, aunque la nostalgia parece invadirla todos los días. “Nunca he pensado en quitarme la vida, aunque a veces he querido morir. Pero morir es fácil, el reto es vivir”, dice ahora que lanza su libro. También tiene fresco el capítulo de su vida en el que fue testigo del complot para matar a John F. Kennedy en Dallas. Ese y otros eventos tan duros como trascendentales hacen parte de este nuevo libro que promete ser una pieza imprescindible para cualquier interesado en la historia del siglo pasado. En el libro la autora también cuenta acerca de su relación en Miami con Marcos Pérez Jiménez, el brutal dictador venezolano, con quien tuvo a su hija Mónica Mercedes, quien fue abandonada en la selva venezolana con una tribu de indios Yanomami cuando tenía 14 meses. Un hecho más que demuestra por qué la vida de Marita Lorenz fue dura y solitaria. Por eso, y por muchas cosas más, es digna ser contada.