Para muchos lo previsible era que Horacio Serpa, refugiado en la dirección liberal después de su derrota frente a Andrés Pastrana, perdiera cada vez más ascendiente en la bancada de su partido en el Congreso. No era para menos. Después de 12 años de gobierno liberal los parlamentarios de esa colectividad se convirtieron en una montonera interesada que solo responde a la voz de elecciones o ante quien les pueda dar puestos. Los grandes feudos electorales, que sumados son la maquinaria del partido, se han alimentado esencialmente de la frondosa burocracia regional y nacional. Así las cosas, para la mayoría de ellos estar en la oposición, es decir, fuera del reparto de los puestos, significa perder la fuerza política ante sus electores. Por eso la citación de Serpa a los congresistas liberales a los llamados retiros de Paipa era para muchos un inventario del oficialismo. A orillas del lago Sochagota, el candidato con la mayor votación liberal de la historia mediría su real poder de convocatoria frente a su propio partido. El que a Paipa hayan ido 80 de los 150 congresistas liberales significa que el serpismo está golpeado, pero también que sigue siendo la mayoría en su partido.Lo curioso es que sólo seis meses luego de posesionado Pastrana luzcan más resquebrajados los liberales que hacen parte del gobierno que los oficialistas. Los colaboracionistas están hoy divididos según su alineación en la campaña presidencial y su posición actual frente al gobierno, con lo cual resulta imposible alcanzar un consenso sobre temas como la vocería del liberalismo en la coalición de gobierno, entre otros tantos. La historia de estas múltiples divisiones se inició durante la campaña pasada cuando algunos liberales decidieron apartarse de la candidatura de Serpa por considerar que el país no resistiría una reedición del gobierno de Samper. Algunos de ellos se fueron con el ex fiscal Alfonso Valdivieso y otros respaldaron la candidatura de Andrés Pastrana. Unos pocos, como Juan Manuel Santos, se declararon neutrales. Cuando la aspiración de Valdivieso se fue marchitando algunos terminaron en la llamada Gran Alianza por el Cambio. En esa época eran solo seis de los actuales senadores y cinco representantes. Con la derrota liberal un 'sálvese quien pueda' recorrió las filas del oficialismo y ante la perspectiva de quedarse por fuera de la fiesta burocrática el lentejismo empezó a florecer hasta convertirse en lo que es hoy.La primera prueba se dio en la elección de las directivas del Congreso. Serpa, y lo que quedaba del oficialismo, tuvieron que presenciar cómo Fabio Valencia Cossio era elegido presidente de un Senado de mayoría liberal. Y en la Cámara el colaboracionista Emilio Martínez se llevó la presidencia sin que se considerara la posición oficialista. La lucha por la vocería de los liberales no oficialistas se inició antes del 7 de agosto con pasos de animal grande por parte de Juan Manuel Santos. La fuerza que siempre lo ha apoyado y su astucia política lo llevaron a pensar que podría convertirse en el vocero de los lentejos. El negocio era redondo: sin haberse dejado contar, Santos pasaría a convertirse en la contraparte de Serpa dentro del liberalismo con el apoyo de 70 congresistas, podía aspirar a ingresar al gobierno y prepararse para ser candidato en 2002. Solo una cosa fallaba en el cálculo de Santos: los liberales que habían acompañado primero a Valdivieso y luego a Pastrana durante la campaña. En pocos días Valdivieso y Rafael Pardo convencieron al Presidente de que llevar a cabo acuerdos con Santos como vocero del antioficialismo sería visto por ellos como una traición a los acuerdos de campaña. Con esa fuerza lograron alinear a los lentejos y aunque la fuerza parlamentaria de Santos siguió siendo suya, en la vocería frente al gobierno Santos quedó sin espacio político.Casi siete meses después esta contienda volvió a la palestra por una convocatoria de Pastrana para lograr un acuerdo nacional sobre la paz. Era obvio que Serpa y Noemí Sanín, los candidatos con mayor votación después de la de Pastrana, debían estar en la mesa. Lo que nadie esperaba era que el Presidente, en un acto de intromisión en el partido contrario, llamara a Rafael Pardo en representación del liberalismo colaboracionista. Esta hábil jugada de Pastrana significaba de paso un reconocimiento a los tres ministros liberales de su gabinete y pretendía ser oxígeno para la reforma política, que por esos días Serpa buscaba hundir. Sin embargo también tenía sus desventajas. Aunque Pardo venía hablando un mes antes con los colaboracionistas hasta el momento nadie le había reconocido personería como vocero. Más de un congresista alega que Pardo puede representar a algunos de los que estuvieron con Pastrana antes de elecciones, pero no al lentejismo en su conjunto, cuya fuerza parlamentaria se dio solo después de la derrota liberal. La promoción de Pardo tomó por sorpresa a Serpa. A él sólo lo amenazaría la unión entre los antioficialistas y esta aparente unidad presagiaba una derrota de sus retiros espirituales y posiblemente de la llamada constituyente liberal. Pero a quien le cayó como un balde de agua fría fue a Juan Manuel Santos, que buscaba nuevamente posicionarse como el anti-Serpa en la constituyente. Para Santos, Rafael Pardo es un paracaidista que viene otra vez a entorpecer su camino. Por eso muy pronto reactivó sus célebres desayunos, y aunque sus cifras indican mayoría absoluta de senadores colaboracionistas bajo su tolda, hay por lo menos cuatro de 22 que no firmaron la declaración santista. Pardo, por su parte, no ha logrado galvanizar al liberalismo de la Cámara alrededor de la vocería. Lo que sí consiguieron es que 70 parlamentarios liberales rechazaran la invitación de Serpa a Paipa y dieran su apoyo al gobierno en paz, reforma política y plan de desarrollo.Ante este hecho Serpa cambió su posición de los últimos días frente a la reforma política y de Paipa salió una declaración conciliadora de que los congresistas asistentes le darán una nueva oportunidad a la iniciativa del gobierno. Sin duda el ganador es Pastrana, quien usó con maestría el principio de 'divide y vencerás' al consolidar un bloque parlamentario comprometido con sus iniciativas. Pardo gana en alguna medida, al reemplazar la vocería de Valdivieso entre los liberales de la Alianza. Serpa prefirió no dejarse contar de momento, oponiéndose a las iniciativas de Pastrana. Santos, a su vez, ha mostrado fuerza en el Senado y da la pelea, si bien no está ni en contra del gobierno como Serpa aunque sus declaraciones intenten ser constructivas, ni a favor del mismo. Pero ahora le tocará disputar con Pardo, que para Santos es un recién llegado a la política, la vocería de una disidencia que más que voces lo que quiere es negociar sin intermediarios su ingreso en el computador de Palacio.