A parte de las múltiples facetas que en los últimos días ha mostrado tener el controvertido Werner Mauss, aparece una nueva que puede ser la más sorprendente entre todas sus virtudes: el célebre espía alemán le devuelve la vista a los ciegos. Lo digo porque bastó apenas que Mauss reapareciera como intermediario de la paz entre los gobiernos alemán y colombiano, las conferencias episcopales de allá y de acá y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) para que todos quienes lo calificaron en su momento como un secuestrador que tenía negocios con el gobierno colombiano pasaran de la noche a la mañana a verlo como un hombre sacrificado que renunció incluso a su libertad para contribuir con la paz en nuestro país. El tema me interesa mucho porque, el hecho de haber afirmado en esta columna hace año y medio que había que tener cuidado con el análisis del episodio de su captura en Antioquia me hizo objeto de toda suerte de descalificaciones, por considerarse que era evidente que se trataba de un bandido amparado por el gobierno de Ernesto Samper. El asunto fue que como había una relación aparente entre Horacio Serpa, Werner Mauss y la empresa Siemens, los acusadores de oficio del gobierno asumieron que había que fusilar mientras llegaba la orden. Y así se hizo. El tema quedó reducido a uno más entre la abundante literatura sobre corrupción, y la gente cerró los ojos ante las evidencias posteriores de que la cosa era muy distinta y mucho más compleja. Quienes en ese momento se negaron a ver lo que era evidente, hoy tratan de interpretar el asunto como un episodio en el que los protagonistas decidieron ocultar la realidad, y justifican su ceguera con explicaciones que siguen siendo acusaciones a quienes en aquella época estaban manejando ese proceso de paz. La realidad es que desde hace más de un año es un hecho público que Werner Mauss era el enviado especial del gobierno alemán para hablar con la cúpula del ELN; que él mismo llevó al comando central de esa organización a Alemania; que allá se reunieron con los enviados especiales del gobierno colombiano; que las conferencias episcopales de los dos países estaban participando en el proceso con el aval expreso del Vaticano, y que Mauss había sido detenido cuando buscaba la liberación de una ciudadana alemana secuestrada en Colombia, porque ese hecho había trancado el desarrollo de las conversaciones. Esa versión de los hechos fue publicada en detalle en algunos medios colombianos (en esta columna, entre otros), aparte de que el comportamiento de los gobiernos alemán y colombiano frente a la detención de Mauss dejaba claro que ambos estaban sobre el asunto. Ni Colombia protestó porque Mauss tuviera cuatro pasaportes expedidos por la cancillería alemana, ni Alemania abrió la boca frente a la detención de su enviado especial. Desde entonces ha pasado mucha agua debajo del puente _la elección de Andrés Pastrana, por ejemplo_ y ahora vuelve a aparecer la misma escena de la película con los mismos protagonistas pero un año y medio después: la Iglesia Católica, Alemania, Colombia y el ELN se vuelven a reunir en tierra europea para seguir hablando de la paz gracias a las gestiones del señor Werner Mauss. La única diferencia es que ahora se produjo el milagro de que los ciegos de entonces están empezando a ver. Lo cual no tiene nada de malo: siempre es mejor ver que no ver. Lo grave es que sean las conveniencias políticas de cada cual y no el beneficio del país lo que esté determinando que mucha gente considere malo primero y bueno después un mismo episodio ocurrido con muy poco tiempo de diferencia. Todo esto viene a cuento porque lo único que se puede tirar el ambiente positivo que se respira en materia de paz es que se pierda la cabeza fría para estudiar las situaciones. En todo proceso de paz hay muchos momentos delicados, y lo peor que podría pasar es que quienes antes todo lo consideraban malo ahora empiecen a respaldar cuanto se haga, y que las víctimas de las descalificaciones de ayer comiencen a hacer lo propio con lo que se haga a partir de ahora. Estoy seguro de que la hoja de vida de Mauss debe ser de infarto. Supongo que ni el propio gobierno alemán pone la mano al fuego por el hombre. Pero donde empecemos a pedir antecedentes de los protagonistas de la violencia para ver si se pueden sentar a hablar de paz, se van a quedar solos los curas, charlando en sus abadías.