A seis horas de viaje del municipio de Yopal, en las veredas La Unión y Guayabal de la Peña, municipio de Paya, justo donde se dividen los departamentos de Casanare y Boyacá, se refugia Zambo, un mono araña en peligro de extinción que encontró aquí, muy lejos de su hábitat, la posibilidad de sobrevivir.

A Zambo lo descubrió en 2014 un ingeniero forestal durante una salida de campo por la zona. Le tomó una fotografía que luego compartió con Andrea Barrera, directora de la línea de conservación y soberanía ambiental de la ONG Asociación de Becarios de Casanare. Cuando se la enseñó le dijo que había fotografiado a un mono aullador. “Le mandé la foto al primatólogo Pablo Stevenson pero me advirtió que en realidad se trataba de un mono araña”, recuerda Barrera.

La presencia de esta especie jamás se había reportado en esa zona. “La máxima altitud donde se había visto era a 1.300 metros sobre el nivel del mar, pero este bosque está a 1.800”, advierte Barrera para quien esa foto se convirtió en un llamado a la acción para proteger a Zambo. “Nos tocaba hacer algo, no podíamos ignorar esta información”, agrega.

Así comenzó una emocionante y larga travesía para encontrar y estudiar a Zambo. La comunidad y un grupo de estudiantes se animaron a participar y comenzaron a investigar sobre esta especie en la región. Entonces entendieron que ese encuentro con Zambo no había sido algo esporádico. Él no era el único mono araña que vivía en el bosque.

El trabajo también se enfocó en fortalecer las capacidades de la comunidad como investigadores locales. Pronto fueron asistentes muy activos en los recorridos, cuenta Barrera. Esta interacción permanente permitió identificar una problemática adicional: “la gente necesita mucho del bosque, por ende lo talan para extraer madera y poder cultivar”, advierte Barrera.

El bosque es fuente del sustento de las comunidades campesinas; allí cultivan sus alimentos y construyen sus casas. | Foto: Camila Morales @camila_moralejas

En busca de alternativas para frenar la deforestación y preservar el bosque, y con la asesoría de una empresa de agrodiversidad, Gramor, encontraron que el frijol guandul podría ser una nueva fuente de ingreso para estas poblaciones. “Para cultivarlo no es necesario tumbar más árboles, además se utiliza para alimentar el ganado, lo cual disminuye la necesidad de adecuar más potreros”, precisa Barrera.

Una casa para todos

Aunque se tenía planeada una ruta de comercialización de frijol guandul en Bogotá, la demanda bajó mucho debido a la pandemia, así que se tomó la determinación de promocionar y vender este grano en Yopal, de la mano de restaurantes e iniciativas locales.

Adicionalmente se acordaron áreas protegidas que cuidan las familias. En contraprestación, explica Barrera, el proyecto les entrega estufas que utilizan mucho menos leña que con las que habitualmente cocinan. A hoy se encuentran vinculadas 20 familias de las dos veredas, entre todas contribuyen a la conservación de 400 hectáreas de bosque.

La siguiente expedición que está organizando Barrera y sus colegas de la asociación es para conocer qué está comiendo el mono araña, recolectar información genética que permita identificar el origen de esta población y lograr la publicación del segundo artículo científico sobre este grupo.

Finalmente, Barrera destaca que Zambo es una especie sombrilla. “Con él estamos protegiendo a los cerdos de monte, lapas, murciélagos, aves, gallitos de roca, monos aulladores y mucha fauna y flora de este bosque. Una casa para Zambo, es una casa para todos. De este y otros bosques depende el bienestar de todos”, concluye.

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