La caída en los precios del petróleo supone un choque que puede afectar “el crecimiento económico mediante varios canales (términos de intercambio, confianza, costos de financiamiento, retorno esperado de la inversión, entre otros). Un menor precio del petróleo que sea duradero generaría una caída estructural en el ingreso nacional situación en la cual el accionar de la política monetaria es limitado” reseña el último reporte del Banco de la República. Como ya dijo en abril la Junta Directiva, se espera que se dé un ajuste ordenado y oportuno de la demanda interna, coherente con los menores ingresos externos, donde los expertos observan que se vayan saneando los desbalances macroeconómicos con la idea de evitar posibles correcciones abruptas en el crecimiento y el financiamiento externo. “Esto incluye acciones de política fiscal que corrijan la reducción de los ingresos fiscales relacionados con la actividad petrolera” señala el informe. Es decir, está más del lado del gobierno que del Emisor ayudar a que ese ajuste se vaya dando vía menor gasto público y más impuestos. Aceptar una mayor tasa de cambio es condición inevitable para el ajuste y tratar que esa tasa de cambio no signifique un nivel de inflación más alto en los próximos 18 meses, lo cual es posible en la medida que la débil demanda interna le quita poder de precios a los importadores. Otro aspecto clave es mantener el mayor nivel de reservas internacionales así como contar la línea de crédito flexible con el FMI, que permiten enfrentar problemas de liquidez internacional en caso necesario. Aunque hay quienes abogan por incumplir la regla fiscal, pero la regla resulta fundamental en la confianza inversionistas y en la calificación del país por cuanto la misma regla busca mantener la sostenibilidad de las finanzas públicas. Por último, el marco regulatorio, que tiene como objetivo la estabilidad financiera y la solidez del sistema financiero resulta fundamental, pues bancos sanos hacen la diferencia entre un aterrizaje suave y un aterrizaje forzoso de la economía después de la bonanza. La mayor vulnerabilidad de la economía colombiana es el elevado déficit en la cuenta corriente, pues significa desahorro y una caída del ingreso frente al resto del mundo. El déficit fue de casi US$20.000 millones en 2014. Como ocurre para una persona o empresa, más gastos que ingresos genera el riesgo de que radicalmente tenga que dejar de consumir y ponerse fuertemente a ahorrar. Lo ideal es que no ocurra de forma abrupta y desordenada. En el caso de Colombia resalta el reporte, “caídas adicionales no anticipadas en el precio del petróleo, fuertes incrementos en la prima de riesgo país o aumentos elevados y no esperados en la tasa de interés externa podrían materializar dicho riesgo”. Conclusión: el Emisor no se puede poner a bajar las tasas de interés porque estimula más consumo y menos ahorro, y el gobierno no se puede poner a pendejear poniéndole conejo a la regla fiscal porque deteriora la confianza de quienes le compran bonos y de quienes califican la seriedad con que maneja la capacidad de pago de su deuda.