Con bandas cada vez más violentas controlando casi toda la capital, la misión multinacional de apoyo a la seguridad, diseñada para apoyar a una Policía desbordada, “podría ser un alivio, especialmente para los habitantes de los barrios marginales”, considera Robert Fatton, de la Universidad de Virginia en Estados Unidos.
Sin embargo, “soy bastante escéptico sobre el éxito final de la misión”, reconoció a la AFP. “Si los problemas políticos no se resuelven, cualquier resultado a corto plazo fracasará”.
El lunes, el Consejo de Seguridad de la ONU dio luz verde a esta misión separada de la ONU, encabezada por Kenia. Aunque Nairobi prometió 1.000 miembros de fuerzas de seguridad, se desconoce el número total y cómo se compondrá.
A menudo, se menciona la cifra de 2.000 efectivos, que sería un número “limitado”, de cara a una eventual “guerrilla urbana”, advierte Robert Fatton, y recuerda que la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah), que operó entre 2004 y 2017, contaba con hasta 10.000 cascos azules.
Un gran desafío
La Minustah, que nunca se ganó la confianza de los haitianos, en sus inicios estuvo a punto de librar a Puerto Príncipe de las pandillas, pero el devastador terremoto de 2010 borró sus avances y la imagen de la misión quedó empañada por acusaciones de abusos sexuales y por las 10.000 muertes por cólera que provocaron las fuerzas de paz nepalesas.
Desde entonces, las pandillas no han hecho más que prosperar. Multiplicaron los asesinatos, los secuestros y el reclutamiento de jóvenes haitianos, y desdibujaron aún más el futuro del país más pobre de América. Si estas bandas deciden luchar, contarán con más miembros y mejores armas que la policía, lo que implicará un gran desafío para la futura fuerza internacional.
Emiliano Kipkorir Tonui, quien ha supervisado el despliegue de tropas de Kenia en varios países, duda que los policías kenianos -que han sufrido bajas en su país- estén a la altura del reto que suponen bandas armadas con “ametralladoras pesadas”.
“Nuestros policías no están entrenados como soldados para leer mapas. No están entrenados en comunicación, ni en armas como las ametralladoras”, explica a la AFP el exsoldado, ahora miembro del Ejército de la ONG Kenia Veteranos por la Paz.
No es “una causa perdida”
Todo sin contar las barreras culturales y lingüísticas. La fuerza necesitará “asesores que hablen creole para interactuar con la población”, advierte Richard Gowan, del International Crisis Group, e insiste en la dificultad de “obtener información detallada” sobre las bandas que “conocen el terreno urbano” como la palma de su mano.
Algunos defensores de derechos humanos también han subrayado acusaciones de violencia por parte de la policía de Kenia. Sobre eso, la resolución del Consejo de Seguridad enfatiza el respeto estricto del derecho internacional y de los derechos humanos.
“Debemos protegernos contra potenciales abusos y aprender de los errores pasados”, insistió la embajadora estadounidense ante la ONU Linda Thomas-Greenfield. En todo caso, los errores van más allá de abusos sexuales o de importación de cólera. Haití ha vivido múltiples intervenciones internacionales que a veces son señaladas de irse demasiado rápido.
“La comunidad internacional debe apoyar al pueblo haitiano a largo plazo”, pidió Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien desde hace un año promueve esta fuerza.
En Haití no se celebran elecciones desde 2016 y está en entredicho la legitimidad del primer ministro Ariel Henry, nombrado por el último presidente, Jovenel Moïse, justo antes de su asesinato en 2021. Por eso, la misión debe estar acompañada por un proceso político inclusivo que dé pasos hacia elecciones libres y reconocidas por todos los actores, insisten los expertos.
Por el momento, la oposición se muestra “escéptica”, indica Robert Fatton. “Mucha gente teme que el despliegue de tropas haga más fuerte el poder de Ariel Henry”. Esa preocupación no la comparte Keith Mines, del Instituto para la Paz de Estados Unidos, que pide a la comunidad internacional todavía reticente que deje de ver a Haití como “una causa perdida”.
La expulsión del presidente Jean-Bertrand Aristide en 2004, los 200.000 muertos que dejó el trágico terremoto de 2010, el reciente asesinato del presidente Jovenel Moïse... “Los últimos 25 años de la historia haitiana han sido una tragedia tras otra”, recuerda; aunque también “ha habido muchos avances en diferentes períodos”, destaca.
*Con información de AFP.