Saray Andrea era una niña de 4 años. Era, porque murió. La asesinaron después de que su padrastro la maltrató y la violó junto a otros “hombres”. Dios sabe durante cuánto tiempo y con la complicidad de su “mamá”. Como Andrea, son cientos de miles los niñ@s que cada año son violados y maltratados, algunos hasta asesinarlos, producto de esas atrocidades. De la mayoría ni nos enteramos –como de Andrea– porque son crímenes silenciosos que duran meses y hasta años y no son denunciados, algunos con la complicidad de las familias. Unos los registran las estadísticas y otros los denuncian, pero están en la impunidad y unos pocos agresores con unas condenas tan bajas, que son otra especie de “violación social” contra los niñ@s. Les pregunto a los lectores si la sola descripción del drama de Andrea no es suficiente ilustración para soportar legal y socialmente los Muros de la Infamia y la Prisión Perpetua como castigo para los criminales. ¿No les parece que la sola discusión y las dudas sobre lo que el sentido común indica hacer, son el reflejo de una sociedad incoherente y con graves problemas morales y éticos? ¿Por qué los Muros? Por Andrea. Una sociedad y un país que se precien de ser moralmente correctos y que quieran tener viabilidad deben convertir a sus niñ@s en su más importante capital social. Por esto, es que garantizar a todos los niñ@s que sus derechos, especialmente los que protegen su integridad física y moral, se cumplan efectivamente y que sean prevalentes, es nuestro más importante desafío de país. Siempre es más fácil hablar que hacer. El Concejo de Bogotá tomó una decisión difícil y como siempre cuando se toman decisiones, se corren riesgos. Dura como todo lo que rodea este drama tan doloroso como el del abuso sexual. Y eso es lo que precisamente este país debe hacer. Correr con los riegos que sea necesario y tomar las decisiones políticas para garantizar a todos los niñ@s una infancia segura y feliz. Las cifras que cada año presentan las autoridades de denuncias y los dictámenes sexológicos indican que más del 70 por ciento son practicados a menores de edad y que los niñ@s más afectados son los menores de 10 años. Estos datos nos indican que hasta el momento no hemos hecho lo correcto. Los logros y los avances se reducen a registrar la información de las capturas y las condenas. Y en tener unos datos incompletos de las víctimas, contradictorios entre las mismas entidades responsables e inoportunos porque siempre aparecen con un año de retraso. Y ¿para qué los Muros? Para que en memoria de las “Andreas” fallecidas y vivas, y como un homenaje en general a los niñ@s víctimas, la sociedad envíe un mensaje contundente, en el sentido de que los delitos contra los niñ@s son de lesa humanidad y que no vamos a seguir tolerándolos con nuestro silencio y nuestra indolencia. Para reparar en algo el daño causado. Para disuadir. Para prevenir a todos los niñ@s y sus familias del peligro. Para que nos sacudamos como sociedad y romper el silencio. Por supuesto, eso solo no resuelve el problema. Debemos trabajar para erradicar ese flagelo. Superar los discursos y los análisis y tomar decisiones. Lograr que las familias cómplices entiendan que los niñ@s son más importantes que sus agresores, y que tienen la obligación de denunciarlos. Debemos lograr que todos los padres y las madres amen y protejan a sus hijos desde antes de nacer. Todos los niñ@s deben ser deseados. El Estado debe hacer los esfuerzos presupuestales necesarios para garantizar a todos los niñ@s de este país los mínimos vitales y un cuidado adecuado, por lo menos en sus primeros años. Y tenemos la obligación de reparar en algo el daño garantizando a las víctimas y sus familias, cuando no han sido cómplices, de una atención oportuna, digna y profesional para atenuar en algo un daño, que es irreparable. En memoria y homenaje de todas las víctimas.