A las 6:00 a. m. suena el primer Tik Tak de este viernes 9 de diciembre en SEMANA y suena por los lados de la reacción inicial del presidente Gustavo Petro acerca de la destitución del presidente peruano, Pedro Castillo, porque no puede ser más contradictoria.

Según Petro, a Castillo por ser un profesor rural lo acorralaron desde el principio y lo llevaron a este suicidio político, pero no menciona que Castillo iba a disolver el Congreso, lo cual habría sido un golpe rotundo a la democracia peruana.

Hasta el punto es absurdo, que en Perú hay quienes aseguran que la única explicación es que Castillo tuvo que estar drogado cuando ordenó cerrar el Congreso, lo cual fue considerado como un autogolpe porque finalmente fueron sus propios escoltas los que ayudaron a capturarlo en el momento en que se dirigía hacia la Embajada de México a solicitar asilo.

Pero lo de Petro va más allá, porque al tiempo que pide respeto por la libre autodeterminación de los pueblos, le pide la Comisión a Interamericana ―en la que Petro es experto, porque finalmente fue la que le salvó a él su alcaldía luego de que fue destituido e inhabilitado― que le brinde a Castillo medidas cautelares de protección.

Es decir, que sea un tribunal extranjero el que vuelva a poner a Castillo en su puesto, el que le ordene a Perú que restituye a su presidente por violación de sus derechos fundamentales, a pesar de su orden de disolver el Congreso. ¿Y dónde queda la libre determinación de los pueblos? Este es un problema peruano, que deben resolver los peruanos, las instancias peruanas y respetémosle ese derecho al Perú.

Pero entonces en Colombia, obviamente, se abre una doble polémica: mientras los enemigos del Gobierno le piden al Congreso que le ponga un ‘tatequieto’ al presidente Petro, así como en el Perú, los amigos del Gobierno aseguran que ese pedido es una invitación, una incitación al golpe de Estado en Colombia.

La discusión es un poco ridícula, porque el Congreso arrodillado está muy lejos de decirle ‘no’ a Petro en nada, y aquí nadie está planteando golpes de Estado, porque entre otras, nuestra estructura política es bien distinta a la del Perú, donde un presidente no aguanta un año. Aquí, en cambio, aguantan cuatro, y hasta ocho, y hemos estado bastante lejos de que existan conspiraciones serias tendientes a tumbarlos.

Nuestra tradición es que se respeta la democracia y se respeta ante todo la figura presidencial, pero es que si aquí el presidente Gaviria promovió la revocatoria de un congreso elegido con 8 millones de votos para reemplazarlo por unos constituyentes, por los que votaron apenas tres millones de colombianos, y el resultado es que tuvimos una nueva Constitución.