Conseguir agua para 300 indígenas emberas, de las etnias katío y chamí, es toda una proeza. Los botellones se deben llenar en el barrio San Bernardo para luego cargarlos por varias cuadras antes de llegar al Parque Tercer Milenio, en pleno centro de Bogotá. Pero de eso no alcanzan a ser conscientes los niños de dos y tres años que se reúnen alrededor de un hueco donde han creado un improvisado lavadero para enjuagar sus tapabocas.  Dos pequeñas enjabonan sus elementos de protección y los restriegan contra los ladrillos antes de sumergirlos en parte del líquido que tiene su familia para comer y asearse durante lo que resta de la tarde. En su lenguaje, otros menores las alientan a seguir, hasta que una joven, que se muestra molesta, las regaña y se lleva el botellón a la carpa.