El pánico ocasionado por los ataques bioterroristas con ántrax no deja de crecer en Estados Unidos. La semana pasada primero se confirmó la muerte de dos empleados de correo infectados y luego se descubrieron esporas de carbunco en una oficina donde se procesa el correo de la Casa Blanca. El presidente George W. Bush tuvo que dirigirse al Congreso diciendo: “No tengo ántrax y confío en que por la mañana pueda ir a trabajar con seguridad”.