Kiichi Miyazawa, ex primer ministro y responsable de la política económica japonesa, no quiere acabar su mandato sin convertirse en el azote de la libertad de comercio electrónico con la que se navega por todo el ciberespacio. Miyazawa propuso en la reunión de los ministros del G-7 (más Rusia) del pasado 8 de junio en Fukuoka (Japón) la creación de un tributo para los programas informáticos, texto, imágenes en formato digital y obras musicales. La medida —impulsada por el afán conservador de la economía japonesa de controlarlo todo— supondrá el primer intento serio de regulación del comercio por Internet. El plan nipón consistirá en obligar a los fabricantes de contenidos digitales a gravar las ventas realizadas en línea y pagar los tributos al gobierno en el que residan los compradores de los distintos productos.