LA VIDA DE ELizabeth Taylor puede resumirse básicamente en tres episodios que se han repetido cíclicamente: el primero, y el más frecuente, su ingreso de urgencia en una clínica al borde de la muerte. El segundo, sus descomunales aumentos de peso seguidos de un estricto régimen, después del cual reaparece radiante y bien acompañada. Y tercero, sus matrimonios.La semana pasada, la actriz volvió a las primeras páginas de los periodicos por este último motivo: el anuncio de su octavo matrimonio. El afortunado consorte es un rubio y fornido obrero de la construcción llamado Larry Fortensky, de 45 años, a quien Liz conoció en el Centro