Si, es el título de la muy famosa canción de Los Prisioneros, el icónico grupo de rock chileno de los ochenta. Símbolo de una generación heredera de los grandes movimientos revolucionarios que campearon en nuestro continente en los sesentas y setentas, y que hoy de nuevo priman.

Si no te gusta lo que somos o nuestros defectos, ¡vete! No ayudes a superar nuestros problemas. ¡Solo vete! No te atrevas a recordarnos lo que hacemos mal. ¡Lárgate! ¿Quieres cambiar para lograr algo mejor? Déjanos seguir en el error.

Es la sensación que nos dejan los discursos e intervenciones presidenciales de las últimas dos semanas. Los mensajes de desprecio al empresariado, la puesta en marcha de las milicias “juveniles” bolivarianas, la interferencia del comité de ministros liderados por el de “Justicia” para ordenar o sugerir a los jueces a cuáles imputados dejar libres y a qué condenados suspender la pena.

La inverosímil y ridícula materialización de la lucha de clases y el imperialismo yanqui (léase en voz y tono del comandante Chávez) hasta en la morfología de nuestro sistema carretero. La entronización, desde el ejecutivo, de la legalización de la siembra de cultivos ilícitos.

La lenta y costosa asimilación (vía consulta con tributarista) de lo que costará a los colombianos de talento y emprendimiento la reforma tributaria recién aprobada.

La lenta percepción de que todo estará peor: más inseguro, más sucio, más costoso, más desordenado, más pobre, más estúpido y más ignorante.

La constatación que otros treinta años de socialismo en América Latina y en Colombia no han permitido superar la pobreza, la corrupción, la dependencia del Estado y no han mejorado la competitividad, ni la educación, ni las perspectivas de crecimiento del continente.

La certeza de iniciar de la mano de la revolución un nuevo ciclo de destrucción de lo poco que hemos logrado con tantos errores, esfuerzo y dificultades.

Toda esa desesperanza que millones de colombianos trabajadores, superados, preocupados y asustados sentimos, es juiciosa y cuidadosamente alimentada por los obispos de la estupidez y el facilismo que hoy nos gobiernan de la mano con los caciques y jefes corruptos de toda la vida.

El mensaje es: ¡váyanse!, que estorban con sus críticas, con sus iniciativas, sus empresas, con sus saberes y preocupaciones.

Desertar, migrar de una Latinoamérica socialista y fracasada es ya una constante histórica que nada parece poder ya detener. No se lucha contra el deseo de quien quiere largarse hastiado del desempleo, la informalidad, la inseguridad o el desorden.

Y es lo que Petro y sus áulicos desesperadamente buscan. ¡Que se vayan! ¡Que no jodan! ¡Que no estorben!

Y se nos van los guerreros. De cualquier forma. Los humildes arriesgándolo todo, unos a pie, otros con visas de turismo que no piensan respetar, a veces en vacío sin una idea clara como sobrevivir o a veces con la ilusión de agarrarse de una pequeña red de apoyo de un pariente o amigo que ya lo haya “logrado”. Otros con posibilidades emprenden en tierras foráneas; los más talentosos buscan convocatorias laborales y logran siempre buenas oportunidades que los proyectan y les permiten generar valor y competitividad… para otros países.

Y a Petro eso le parece bien. No quiere a esos colombianos. No los necesita, como no necesita a nadie porque, claro, todo lo sabe y todo lo puede. Pero los quiere afuera también para hacer lo que le dé la gana con esta tierra y esta sociedad. Para romper más fácilmente con nuestro precario estado de derecho. Para que no critiquen cómo soborna a nuestros centros de poder institucional, económico, académico y social y que no critiquen a ese establecimiento que tan rápido y voluble ha agachado la cabeza y se ha sometido, con tal de mantener sus rentas capturadas, sus contratos asegurados y sus espacios de burocracia y de poder.

Pues no nos vamos, Petro. Muchos nos quedaremos. Sin resentimiento con los que han preferido marchar. Concentrados en mantener la excelencia. Conscientes de la importancia de hacer política en grande de manera diaria y comprometida. Denunciando, educando, pensando y construyendo los caminos para sacar del poder a esa mala izquierda de disolución social, componenda corrupta, destrucción económica, ruptura de la autoridad y deterioro moral.

¡Nos quedamos! Unidos, motivados, atentos, guerreros y en la defensa de las libertades y del sentido común. Preparándonos para recuperar el poder en 2026 para superar el virus marxista y de paso superar de una vez por todas ese régimen vergonzoso de clientela y corrupción con el que usted, Petro, pretende apropiarse de Colombia. Unidos en el propósito y conciliando las diferencias. Amantes de la Colombia bella a la que soñamos con darle la oportunidad de superar sus carencias y tristezas.

No a los Prisioneros. No a los cancerberos.