Las declaraciones de Petro incitando a las fuerzas militares de los Estados Unidos a cometer un acto de rebeldía contra el gobierno de ese país no solo son una gratuita provocación a un gobierno amigo, sino que abiertamente rompen con la neutralidad esperada de un jefe de Estado extranjero en suelo ajeno. El presidente colombiano, como mandatario visitante a Estados Unidos, tiene ciertas inmunidades diplomáticas, pero está establecido que esas inmunidades no le eximen de la obligación de no inmiscuirse en asuntos internos. Según el artículo 41 de la Convención de Viena: “Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades, todas las personas que gocen de esos privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor. También están obligados a no inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado”.

Como lo han insinuado algunos comentaristas, haga de cuenta amable lector que el presidente Trump hubiera venido a Bogotá a una reunión de la OEA y aprovechando su estadía en la capital hubiera acudido al Parque Nacional rodeado de sus simpatizantes. En Colombia durante esta administración ha habido 354 asesinatos de líderes sociales; más de 600 secuestros incluyendo 100 miembros de las Fuerzas Armadas; por encima de 9.000 homicidios en los que las dos terceras partes fueron cometidos por sicarios; y récords absolutos en materia de hectáreas sembradas en coca. Utilizando un megáfono e indignado con la situación de orden público en Colombia ¿hubiera Trump vociferado a grito limpio que “los soldados colombianos deben desconocer las órdenes del presidente Petro”?

El autor de esta nota firmó en unión de varios ciudadanos un comunicado en que se rechaza lo dicho por Petro en Nueva York: “Es totalmente inaceptable que el presidente de Colombia actuando en forma irresponsable y definitivamente irrespetuosa, desde las calles de Nueva York en visita oficial de Colombia a Naciones Unidas se presente como agresivo activista incitando a las fuerzas militares de los Estados Unidos a cometer un acto de rebeldía contra el gobierno de ese país. Debemos rechazar contundentemente esta actitud, y debemos expresar al mundo que no representa la voz de millones de colombianos que creemos en el respeto hacia las otras naciones, en la diplomacia y en la necesidad de cumplir no solo la constitución de nuestro país, sino con la constitución de los países amigos y aliados de Colombia”.

El payasete del Ministro de Educación acusa a los firmantes de la carta: “Listado de arrodillados, sin vergüenzas lamezuelas que se arrastran ante quien los pisotea. Lacayos que no tienen dignidad para dirigir este país. Gusanos!!!”. Uno entiende la razón por la que este cafre ocupa la cartera de educación en el gobierno del cambio.

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Apostilla: Asume uno que el Pacto Histórico debe estar henchido de orgullo al ver que uno de sus tres precandidatos es una persona que, junto a 36 exfuncionarios y contratistas de su administración, tiene 43 imputaciones por presunta corrupción en Medellín. El exalcalde de Medellín también ha sido llamado a juicio para enfrentar delitos de peculado por apropiación; y prevaricato por acción e interés indebido en la celebración de contratos. ¡No puede ser más pulcra su hoja de vida!