El caso se remonta a una ola de despidos entre 2007 y 2010, con la cual el entonces presidente de la compañía, Didier Lombard, no solo quiso reestructurar el negocio, sino también, según sus propias palabras, crear “un clima de ansiedad profesional”. Unas 22.000 personas perdieron el puesto en medio de las presiones psicológicas que condujeron, incluso, al suicidio de 60 empleados. Algunos de estos lo cometieron en sus oficinas, en el parqueadero, durante juntas o hasta lanzándose por las ventanas.