El triunfo del presidente reformista y liberal Mohammad Khatami en las elecciones iraníes ha sido recibido como una expresión del ansia popular por el cambio. Pero por esa misma razón sus poderosos opositores del ala religiosa del poder han extremado su celo en exigir el más estricto control de las costumbres en busca de cumplir el Corán al pie de la letra. La policía religiosa ha lanzado una campaña destinada a reprimir “la difusión de cultura occidental decadente en nuestra sociedad”. Las acciones para ello incluyen, como es usual, los azotes públicos a los hombres sorprendidos consumiendo alcohol o piropeando mujeres. Pero esta vez han llegado mucho más allá. La policía ha amenazado con apresar a todos los vendedores de perros, y, como si fuera poco, quien sea sorprendido en la calle con su mascota será llevado directamente a la cárcel. Esas medidas se unen a otras, como la prohibición de las fiestas y la persecución a los paseos juveniles a las montañas, un medio de la gente joven para escapar al control social de los defensores del Islam.