Era una fría mañana de 1994 para una joven barranquillera de espíritu tropical. Recorría Bogotá con el fin de llegar al estudio de grabación donde la esperaba un creativo que le pondría música y estructura a sus sueños. La acompañaba su madre. Su papá y manager estaba pendiente de otros temas: los contratos y presupuestos del nuevo negocio en el que la familia apostó todo. Su carrera había comenzado un año antes en un concurso nacional de nuevas estrellas colegiales de la canción. Si clasificaban, a ella y a los demás participantes les habían prometido aparecer en un álbum recopilatorio llamado Nuestro rock, de discos Phillips, y ser programados en la radio. Ella había hecho ese viaje sólo para grabar. Nacía una estrella llamada Shakira. Y una canción sería el detonante de una obra completa: el álbum Pies descalzos.