Lo imaginado ocurre. La ausencia de un proyecto común, los odios personales de las barras y de aquellos que desde su posición de liderazgo pretenden ser alternativa política se hacen presentes. El destino es conocido.  Que entre el diablo y escoja, como dicen las mamás. Y, el diablo en octubre seremos los electores.  Escogeremos mal, regular, bien, pero el poder seguirá en manos de la inamovible y antigua lógica grupal de combo, mafiosa que gobierna el país. Aquella que esta desprendida de las voluntades e imaginación mayoritarias que ambicionan vivir tranquilas, mejorando su calidad de vida y alegrándose con episódicas victorias deportivas.  Nada nuevo por el país, mientras campean la marginalidad de las regiones marginales, la miseria de quienes viven en los bordes de las ciudades y los desplazados o atemorizados sometidos al pasado de violencia que dijimos haber decidido abandonar, pero que persiste en su vida cotidiana en departamentos como Arauca, Norte de Santander, Chocó, Nariño y Cauca.  El regreso de las barbaries da cuenta de que los políticos y las políticas están totalmente atrasadas.  Por ello las discusiones que hoy da la sociedad colombiana son las que parecían superadas.  Por ello al futuro invitan los de siempre y constatamos que en el salto al futuro, la sociedad colombiana se quedó enredada. No alcanzamos a pasar aún. Podremos decir que la victoria del grupo de deportistas liderados por Egan en Francia y otros más que brindan victorias deportivas es la constatación de que vamos hacia adelante pero no hay que engañarse. Lo estructural está atrapado por los poderes, la engañifa y la podredumbre eterna.  La nueva generación parece odiar más el cambio que los viejos. Hay que escuchar sus discursos. El objetivo de quienes decidieron enredar -no la paz- sino la decisión de cambios que aparecía en la sociedad para que este siglo fuera el de la modernización del Estado y la política colombiana,  se consiguió.  Nos enredaron y aquí estamos lamentándonos porque la frustración se eterniza.  Claro seguimos marchando, argumentando, pero eso lo hemos hecho siempre. Lo que no se ha logrado es construir destino común desde la democracia para cambiar al país y su destino de inequidades, injusticias y violencias.  Aquí seguimos. Empecinados a pesar de las buenas intenciones y propósitos que decimos tener como país, en amargarle la vida al vecino y en imponer la postura individual mientras a voz en cuello repetimos que sí, que todos cabemos en el país y al tiempo pateamos o asesinamos al diferente.  Aquí seguimos hablando de futuro mientras amarramos el destino al pasado.  Aquí continuamos ejerciendo de ganadores mientras el pasado y el presente nos demuestran que hemos perdido la vida de tantos que horroriza, la compasión hasta el punto que se nos volvió común justificar los asesinatos de todos. Es común oír sobre asesinatos de niños, ancianos, de jóvenes, de campesinos, estudiantes, policías, soldados guerrilleros, narcos, etc., porque todos “en algo andarían o andaban”.  No tenemos una sociedad sino un territorio y un tiempo del sálvese quien pueda. Un presente en el que decimos unos a otros de manera más o menos sofisticada que ahora toca que busque cada uno quien pueda salvarlo.  Estamos en elecciones y hasta octubre, los meses serán peores. @alvarojimenezmi ajimillan@gmail.com