¿Por qué carajos no existen las hadas? Esta es quizá la pregunta que muchas personas que han vivido una violación se hacen cuando ven su cuerpo convertido en un objeto para el poder de otro. Es tal vez la misma pregunta que se hizo Rina Bolaños cuando fue agredida por un actor armado durante su cautiverio, la misma que Ana* se hizo el viernes 13 de febrero en la intersección de la avenida Suba con Ciudad de Cali, cuando fue violada durante más de cuatro horas. La misma que la niña de Chicalá, en Ibagué, el pasado mes de junio, y que las 14 adolescentes embarazadas por actores del conflicto en Líbano, Tolima, en el mismo mes, y la que, muy seguramente, se hicieron las 14.239 personas agredidas sexualmente que reportó el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses en 2004. Es cierto que las cifras han aumentado en más de 25%  entre 2004 y 2005, y que la mayoría de los casos se ha presentado en menores entre los 10 y los 14 (706 en el género masculino y 5.201 en el género femenino). Pero, con un solo caso nos bastaría para denunciar, repudiar y rechazar esta forma de violencia que ultraja el espacio más íntimo de las personas. Como con un solo caso es suficiente, hablaremos de Maryluz*, una pequeña de 10 años, habitante de un paraje rural de Chaparral (Tolima), quien fue violada la noche del 4 de junio. Este caso sucede precisamente en el municipio que presentó las más altas tasas de violencia sexual en 2004: 198 casos por 100.000 habitantes. A las 10 de la noche, Maryluz esperaba con sus cinco hermanos la llegada de sus padres, quienes estaban en un caserío cercano. A esa hora, tal como lo relataron los hermanitos de la menor, "se robaron a Maryluz". "Un tipo se entró a la casa, la cogió como el que coge a un bebé y se la llevó", dice Aleyda**, la madre de la niña, de acuerdo con el testimonio de otra de sus hijas, de 8 años. Ella llegó una hora más tarde. Quería irse a la casa, pues no había hecho la comida para sus seis hijos/as; pero no podía hacerlo, pues su esposo se enfada cuando ella lo deja solo en el pueblo.  Cuando abrió la puerta, se encontró con la angustia de los niños/as por el rapto de la hermanita. Por eso, emprendió la búsqueda con ellos/as y con su esposo, por todo el caserío. Sólo tenían una pista: la niña de 8 años le había dicho a su mamá que a Maryluz se la había llevado un "tipo de alto como mi tío Octavio* y así de gordo, tenía un pantalón vino tinto y unas botas negras con punta de acero como las que tiene mi papi." Aleyda recordaba la conversación que tuvo en el pueblo con Octavio. Él se fue del lugar donde estaban reunidos justo cuando se enteró de que los/as niños estaban solos/as, minutos antes de las 10 de la noche. La búsqueda de Maryluz los llevó a las casas vecinas y al caserío, donde dejaron a las niñas y los niños con unos vecinos y difundieron la noticia. En ese lugar buscaron a Octavio, pero no tuvieron algún resultado, ni en el pueblo, ni en sus alrededores. Cansados, volvieron al caserío, donde Aleyda no se dio por vencida y llamó a la Policía. Allí le dijeron que habían avisado a la central de Chaparral, con lo cual sintieron algún alivio y regresaron a la casa. A eso de las 3:00 de la mañana, cuando Aleyda y su esposo se cambiaban las ropas, llegó Octavio con la noticia: "¡Ya encontré a la niña, está viva, pero violada!". Estaba en la casa del tío, donde Aleyda le dio una pasta para el dolor, la cambió de ropa y la llevó a dormir. Al amanecer, los padres y Maryluz salieron acompañados por Octavio, quien se ofreció a ayudarle a Aleyda a llevarla. Mientras el esposo se fue a recoger a los otros/as niños/as, Octavio acompañó a su cuñada hasta la casa. "No le comente a nadie de esto", le aconsejó. Por temor, al principio la madre atendió su advertencia. "A los que me llegaron a preguntar por la niña, yo les decía que estaba bien", dice la madre.  Sin embargo, el cuerpo de la niña no daba buenos signos y era evidente que había sido violada. Por eso, a pesar del miedo, Aleyda decidió llevarla a la cabecera municipal de Chaparral. Inicialmente estuvo en la Policía, de donde la remitieron a Medicina Legal, de allí al hospital y al CTI, donde puso el denuncio, y luego la remitieron de nuevo al médico. La encontraron tan mal, que inmediatamente la hospitalizaron y ese mismo domingo, 5 de junio, le hicieron una cirugía. Maryluz había quedado haciendo todas las necesidades fisiológicas por un mismo orificio. "Así de demasiado grande y monstruoso fue lo que le hicieron y el daño que le causaron", afirma Aleyda.  Ocho días después, todavía hospitalizada, le hicieron una cirugía de reconstrucción y una colostomía. En total, estuvo 16 días hospitalizada con cuidados especiales. Las autoridades del municipio detuvieron al tío de la menor como presunto culpable del crimen. Esta sindicación se encuentra en proceso. Sin embargo, para proteger a la familia y a la niña de posibles retaliaciones, la familia dio a conocer el caso a la Red Nacional de Mujeres en Chaparral y en el nodo Bogotá, en el marco de la Campaña Encuentre el Rostro de la Violación. El caso fue puesto en conocimiento de la Defensoría del Pueblo Nacional y la Regional del Tolima. Estas instancias ordenaron a la Defensoría de Chaparral designar un abogado para el caso.  En la actualidad, la menor se encuentra en un hogar sustituto del ICBF, recibe apoyo sicológico, y debe utilizar bolsas de colostomía para sus necesidades fisiológicas. Cada bolsa tiene un costo aproximado de 38.000 pesos. Son difíciles de conseguir en el municipio, y la familia no cuenta con los recursos para suministrárselas. En la última semana, la niña estuvo a punto de sufrir una peritonitis, pues actualmente en el hospital utilizan bolsas de suero que se desprenden con facilidad. La niña requiere además una alimentación especial sugerida por los médicos y que no está al alcance de sus padres. Además de las dificultades económicas, Maryluz debe enfrentarse a la realidad de su niñez interrumpida en su curso sicológico, en su autoestima, en su dignidad y en lo más íntimo de su cuerpo. Quizá su dolor moral y físico sea imperceptible para algunos, pero tal vez para otros, su resistencia, sus ganas de vivir muestren que por más que nos hayamos acostumbrado al maltrato, éste no puede hacer parte de nuestras vidas, y que ninguna persona, por cercana, adulta o poderosa que sea, tiene derecho sobre el cuerpo de otra.  Esperemos que, más allá de las cifras, el dolor de una  niña de 10 años, de una familia, de todo un municipio y de todo un país atravesado por la violencia, sirvan para que no tengamos que seguir esperando la aparición de las hadas. Para que recordemos, como afirman las integrantes de OYE MUJER en Ibagué, que, a pesar de todo, "todavía nos asombramos, todavía estamos vivas y vivos, todavía hay vida". *Comunicador Social - Periodista. Correo: alvaroherrera1978@yahoo.com **Estos nombres han sido cambiados para proteger la seguridad de las personas que vivieron esta historia. Nota: La Red de Mujeres Chaparralunas, en cabeza de Zoraida Montes, ha organizado una colecta pública para la menor. El Número de la cuenta es 2216059012 de Megabanco. A nombre de Zoraida Montes - Red de Mujeres Chaparralunas, y el teléfono celular de ella es 315 8064192.