Reinaldo Cortés, un paisa emprendedor como muchos miles más, decidió hace casi 20 años convertir en realidad el sueño de tener su empresa e independizarse con una idea sencilla: montar una fábrica artesanal de arepas. El negocio creció y hoy sus tres hijos trabajan en una empresa que vende miles de arepas, no sólo en Medellín sino en Estados Unidos, donde muy pronto llevarán derivados lácteos y bocadillos. Este proceso de crecer y llegar a otros mercados se está convirtiendo en una realidad para cientos de pequeñas y medianas empresas.La otra cara de la moneda, que viven miles de pequeños empresarios, está en la imposibilidad de crecer y de realizar sus sueños por falta de recursos y oportunidades, algo que muchos tratan de explicar, culpando a la suerte o al destino. Nelson Ardila, un ingeniero que lleva más de 15 años trabajando con plásticos y desde hace ocho tiene una fábrica de ganchos, decidió un día dinamizar su empresa. Estudió comercio internacional, hizo su plan de negocios y buscó clientes en Estados Unidos. Tras varios intentos consiguió que una cadena de lavanderías se interesara por sus productos y le ofreció un contrato atractivo: proveer un contenedor, cada mes, con 184.000 ganchos.Este contrato, más otros que surgieron después, se perdieron porque Ardila necesitaba cambiar sus dos viejas máquinas por unas nuevas y financiar todo el pedido, algo que no fue posible. Ni en los bancos ni en las entidades públicas obtuvo recursos y ayuda, pues no cumplía con ciertos requisitos. Ahora, sin importar la pérdida de estas oportunidades y a pesar de los reveses, no ha dejado de buscar alternativas para convertir su pequeña industria en una más grande para que su esposa y sus cuatro hijos puedan construir un mejor futuro.