La edad de piedra no se acabó porque se acabaran las piedras”. Con esta frase, hace unos 20 años el jeque Ahmed Zaki Yamani, ministro de Energía de Arabia Saudita, intentó explicar que aunque el recurso petrolero sea finito, su uso quedará relegado una vez sean superadas las dificultades tecnológicas y de costo de la energía nuclear de fusión y de las renovables no convencionales. Esto podría pasar en cualquier momento en los próximos 40 años. Y entonces, el recurso petrolero no utilizado ni monetizado perderá totalmente su valor. Esto es, quizá, la más importante motivación para explorar y producir con ganas y prontitud. El valor actual del crudo obedece a una menor oferta que han generado el control de la producción por parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) y las dificultades de infraestructura para llevar crudos americanos al hub de Texas (esto explica, además, la brecha entre el precio Brent y el precio WTI), unida a una reacción de la demanda. También puede leer: Los retos de la industria petrolera colombiana Algunos piensan que el precio va a llegar a los 100 dólares el barril, otros que el precio de equilibrio de largo plazo estará en el rango de 70 a 75 dólares. Prefiero no entrar en ese debate e insistir en que si no buscamos, no encontramos, y si eso pasa tendremos que importar en algún momento, en unos cinco años. En caso de que esto sucediera y se decidiera mantener la política de no subsidiar los combustibles y pagar el crudo a precio internacional, no habría un gran impacto en los costos. Si gana la absurda propuesta de subsidiar los combustibles o cambiar la fórmula de pago de crudos, la consecuencia sería catastrófica en términos de costos. En cualquier caso, aún bajo precios internacionales, la importación o el agotamiento de nuestra producción interna sería fatal para las finanzas públicas. Recordemos que Ecopetrol tiene la mayor cantidad de reservas y producción, el state take (ingresos fiscales por regalías, impuestos, tasas y contribuciones, dividendos y valorizaciones) actual es de cerca del 90 por ciento y los ingresos fiscales petroleros son absolutamente vitales para la salud macroeconómica del país. En conclusión, seguir negando el soporte a la industria petrolera, maltratarla, estigmatizarla y ocasionar con ello la desaparición de la exploración y el agotamiento de las reservas y la producción, es un golpe fatal para la economía y el desperdicio de un recurso, cuyo valor en el largo plazo desaparecerá.  *Exministro de Minas y Energía.