Hay que ser recursivos para encontrar oportunidades de negocios. Enterarse de que casi un cuarto de la población mundial, los musulmanes, consumidores estrictos de acuerdo a los mandatos del Islam, nos pone a pensar en nuestra capacidad para buscar y proponer otras maneras de manejar las economías y los sistemas financieros.   La crisis más reciente evidenció dificultades en el manejo de las finanzas en occidente. Aunque ahora se intenta reformular la actividad bancaria, el cambio no es sustancial y se pretende que el sistema siga basado, fundamentalmente, en la especulación.   Entre los países y bancos que sufrieron menos estuvieron aquellos que aplicaban otros modelos, como el de la banca islámica, que es un sistema financiero que no especula y que se dice más ético porque se fundamenta en los principios recibidos del Islam y las leyes sharia, reglas sobre transacciones (Fiqh al-Muamalat), dentro de las cuales se prohíben la usura (riba) y la especulación, y se practica el riesgo compartido.   La banca islámica, halal, o sharia se caracteriza porque rechaza el cobro de intereses, lo que entienden como usura, algo impensable para la banca occidental de los últimos siglos; también relaciona cualquier transacción y su rentabilidad con actividades económicas que involucran activos reales, con lo que se elimina la especulación. Y algo muy sugerente: en cuanto a los préstamos, el prestatario y el prestamista se vuelven socios del proyecto en el que se invertirá el dinero, por lo que se comparten las pérdidas o las utilidades. Así pues, esta modalidad de banca cuenta con un componente social que la diferencia notablemente del sistema occidental, aunque usemos los microcréditos -de alguna manera basados en el sistema islámico-, que no crean sociedades ni rompen el paradigma deudor-acreedor.   Esa banca prohíbe también invertir o financiar proyectos relacionados con la industria armamentista, así como la tabacalera, la pornográfica, la de bebidas alcohólicas, los juegos de azar, y lo relacionado con la actividad porcina. También prohíbe inversiones en las que se involucre mano de obra infantil, o que vayan en detrimento del medio ambiente. Es reiterado el carácter social y ético de este tipo de banca, la cual hasta ha llamado la atención del Vaticano, y el Dow Jones ha creado un índice para identificar cuáles empresas cumplen con el Islam y pueden ser consideradas por un inversionista islámico: es el Dow Jones Islamic Markets (DJIB). Dado el crecimiento de los creyentes musulmanes con los que se pueden hacer negocios, algunos bancos no islámicos han creado productos financieros innovadores y rentables que cumplen con el Fiqh al-Muamalat, como el Lloyds TSB y HSBC, en Londres. Ellos ofrecen, por ejemplo, hipotecas islámicas, en las cuales el banco compra la propiedad y la revende al comprador con una ganancia; se permite pagar por plazos y cuando se cancela la totalidad, se hace el cambio de dueño, algo similar al leasing que conocemos pero evitando el préstamo directo al cliente y el cobro de intereses. Como esos, cada vez más bancos globales están ofreciendo servicios financieros de acuerdo con el Islam, y no solo en países musulmanes, como se practica en Suiza, un centro importante de banca islámica en el mundo, junto con Malasia y la región del golfo pérsico. Un estudio inteligente de la banca islámica, puede servirnos para crear productos y servicios no solo para musulmanes, sino dirigidos a otros clientes que quieran participar en inversiones más conservadoras, responsables y sostenibles. Como en el caso de los bienes Halal, muchos consumidores usan productos financieros islámicos sin ser musulmanes, simplemente porque los consideran atractivos y se acomodan a sus necesidades. Importantes fondos de inversión occidentales han movilizado capitales hacia el medio oriente para gozar de la estabilidad de la banca islámica. Nuestra falta de inteligencia cultural y el basarnos en estereotipos como ver a los musulmanes como retrógrados o terroristas, nos impide aceptar que muchas de sus prácticas pueden ser utilizadas en nuestro país. Tal banca, a pesar de ser un sistema que en ocasiones es menos rentable, es más seguro y ético, y permite un desarrollo sostenible. Conocerla y entenderla, no solo permite acceder al mercado musulmán, sino que nos da ideas que posibilitan un cambio de paradigmas y la creación de modelos de negocio y productos financieros innovadores, confiables y responsables; no solo intentos tímidos como el de los famosos microcréditos.   Es difícil explicar en detalle los productos de la banca islámica, y aunque hay críticas fuertes en su contra, tratándola de hipócrita y diciendo que disfraza intereses y demás, este artículo no pretende tomar partido en cuanto a si es mentirosa o no, sino que invita a abrirnos a nuevas posibilidades y ofertas financieras que pueden adoptarse, basados en prácticas de países islámicos. Así, es posible romper el esquema tradicional y comenzar a pensar en un sistema financiero rentable y la vez socialmente responsable.