Con todo y lo controversial que es su discurso radical, para muchos él representa la mano dura que necesita Brasil. El exmilitar ocupa una curul en el Senado brasileño desde 1991, donde actualmente ejerce su séptimo mandato como diputado federal. Antes de lanzarse a la presidencia por el Partido Social Liberal, el ultraderechista ha estado en las filas de otros ocho partidos políticos. Promete un gobierno eficiente, pero en su carrera política de 27 años solo logró que dos proyectos de su autoría se convirtieran en ley. Sus partidarios lo elogian por su franqueza y sus detractores lo critican por sus comentarios incendiarios. Es precisamente con ese discurso que ha capitalizado la insatisfacción de los brasileños, hastiados por los altos índices de corrupción, violencia y desempleo de los últimos años.