HACE YA 15 AÑOS, EL 30 DE Abril de 1984, el país se estremeció con el asesinato de su ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla. Su muerte fue el primer magnicidio desde el de Gaitán y sin embargo pocos entendieron que se cernía sobre Colombia uno de sus períodos más oscuros. El más joven ministro de Belisario Betancur se había adelantado a muchos en advertir la gravedad de los efectos que el nárcotrafico era capaz de producir en su sociedad, y por eso libraba una lucha personal contra una empresa criminal de poder casi ilimitado. La narcoguerra que siguió cobró la vida de decenas de funcionarios, asesinados por honrar el ejemplo de Lara, y la de centenares de Víctimas de terrorismo indiscriminado. Hoy cuando ese capítulo parece cerrado pero el narcotráfico sigue siendo una amenaza, el recuerdo de Rodrigo Lara Bonilla, como mártir de la nacionalidad, hace renacerlas esperanza en la Colombia que tantos como él siguen soñando.