Con respecto a la columna de Alejandro Santos Rubino, correspondiente al 9 de mayo de SEMANA, me permito hacer las siguientes reflexiones: Los educadores sí le podemos decir al país que la calidad de la educación, no depende de una evaluación sanción a los maestros, porque calidad además de buenos maestros comprometidos con su función social, implica instalaciones físicas apropiadas, recursos pedagógicos suficientes, funcionales y actualizados que no existen en la mayoría de los colegios oficiales del país. ¿Les parece un privilegio trabajar con salarios de hambre, pagados con meses de retraso como ocurre actualmente en muchas regiones? ¿Será privilegio trabajar 35 años para alcanzar el sueldo de un millón de pesos para lo cual hay que llegar al grado 14 del escalafón, estudiando una maestría que dura tres años y que se costea con plata del maestro? ¿Será privilegio entrar a la carrera llenando unos requisitos que exige el Estatuto Docente para que al final con un examen acomodado por el gobierno se nos despida, sin darnos la oportunidad de fortalecer nuestra debilidades profesionales? Como suscriptora y lectora permanente de SEMANA, manifiesto mi total desacuerdo con su artículo e invito a Alejandro Santos a ser maestro oficial siquiera por una sola vez para que vuelva a escribir sobre nuestros privilegios. Yolanda María Silva Guardo Zipaquirá