Lapereza es un pecado capital, o mortal, también puede llamársele según doble u,doble u, doble u, punto evangelización, punto com. La Iglesia Católica Romana dividelos pecados en dos categorías,clasificación de los vicios que datade las primeras enseñanzas para educar a la feligresía: poruna parte, los veniales abarcan aquellos relativamente menores que se perdonana través del sacramento, se trata de faltas consideradas de gravedad leve pues no rompen la relación conDios, aun cuando sí la debilitan, y quien no lucha en contra ellos es másvulnerable a los pecados capitales, puesto que se trata de negligencia y vacilación,de tropiezos en el seguimiento de Cristo que en todo caso añaden tiempo depurgatorio, aun cuando en la confesión nohay obligación de culparse de ellos, pues son ligeros, como ya se escribió; por otro lado, los pecados mortalesdestruyen la vida de gracia y amenazan con condenación eterna, a menos quesean absueltos mediante la penitencia después de una perfecta contrición, ellosson, lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia, soberbia. Y en todo caso, desdeel siglo XIV la popularidad de los siete pecados capitales es tal que losartistas los integraron a la cultura y a la conciencia cristiana mundial.

Tradicionalmente se ha dicho que la pereza es la más metafísica delas transgresiones, pues alude a la incapacidad de hacerse cargo de laexistencia, además es la que más problemas causa para su denominación, puestoque se considera una forma más severa que el ocio, de apariencia inofensiva, encambio la acidia abarca cierta tristeza de ánimo que aparta de las obligacionesespirituales, y las mundanas por supuesto, a causa de los obstáculos ydificultades en contra de todo lo que se prescribepara la consecución de la eterna salud, de la salvación, tales como la prácticade las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de losdeberes, los ejercicios de piedad y de religión. Por ello el desgano es pecadocapital. Se opone a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor aDios, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad nosentristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados, porejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales,entre otras. Así que la molicie es un pecado grave porque se opone a la caridadde Dios y de nosotros mismos. Al considerarla en orden a los efectos queproduce, si la abulia es tal que hace olvidar el bien necesario a la saludeterna, descuidar notablemente las obligaciones y deberes o si llega a hacernosdesear que no haya otra vida para entregarnos impunemente a las pasiones, essin duda pecado mortal. Así que el gran problema de la dejadez es que atentacontra la construcción de las cosas buenas.

Y me permití esta breve descripción teológica de la pereza porquetiene gran semejanza con la de la depresión, que solo difiere en que laconsidera una manifestación psicológica de origen inconsciente, involuntaria, unsíntoma que puede tratarse mediante el psicoanálisis.

Sinembargo, quién no ha disfrutado de un rato de holgazanería, del placer de desayunarsey quedar desocupado, quién no ha gozado de entregarse a los que los italianos llamanil dolce far niente, la delicia de nohacer nada, a solamente escuchar y atender los pedidos corporales, sin tenercompromiso alguno con nadie, sin siquiera sentir la necesidad de consultar alreloj. El problema de la pereza está en que esa actitud plácida y recogida seauna manifestación de depresión, un síntoma estable que destruye relaciones, queempobrece moral y materialmente; mientras que cuando no es una conducta perpetuani predominante, cuando es posible descansar dejando de lado durante un rato lasobligaciones habituales, se transforma en uno de los mayores logros dela personalidad, después de todo, se trata de la capacidad de descansar,de recuperarse de la fatiga que implica las batallas de la vida cotidiana. Y lodigo porque quien logra hacer una pausa para restaurarse reconoce laslimitaciones propias al respetar el sagrado derecho a reposar.