Cuando Rodolfo Llinás Riascos aún llevaba pantalones cortos se rehusó a aprender a leer. No había poder humano que lograra hacer que asociara los dibujos de las letras con sonidos. Le parecía absurdo y arbitrario. Fue necesario que interviniera su abuelo -un conocido siquiatra bogotano-, quien se encargó de explicarle lo que nadie le había dicho: que es bueno que haya sonidos y lenguaje para que las manos queden libres y la gente pueda comunicarse sin ver a la otra persona, cuando está oscuro, o cuando se está lejos. Le explicó que las letras son sonidos y no ideas, y que las palabras son útiles cuando una persona está en peligro. Por ejemplo -le dijo el abuelo- cuando alguien está detrás de un elefante: con palabras, desde el otro lado del animal, otra persona puede gritarle instrucciones para salvarle la vida. Los ejemplos bastaron. Desde entonces Llinás no sólo aprendió a leer, sino que jamás dejó la manía de buscar explicaciones.

Cincuenta años más tarde todo parece indicar que Rodolfo Llinás, un cerebro colombiano que vive "fugado" en Estados Unidos desde hace muchos años, logró dar con la respuesta a una de las preguntas que el hombre se ha hecho durante más de dos milenios y que no había logrado resolver: el misterio del funcionamiento de la conciencia. El periódico más importante del mundo, The New York Times, que la semana pasada inició una serie de artículos acerca de los adelantos en la investigación del cerebro, destacó con gran despliegue la labor investigativa de este científico, quien se ha convertido en una eminencia mundial en materia de neurología. El artículo, titulado ‘Cómo podría funcionar el cerebro: una nueva teoría de la conciencia‘, dedica el grueso de su extensión a la labor investigativa de Rodolfo Llinás. SEMANA habló con él después de la publicación de The New York Times. El diario coloca a Llinás, para Colombia, al nivel que han alcanzado Gabriel García Márquez en las letras o Fernando Botero en las artes plásticas. Toda esa fama y ese reconocimiento público es algo que aún logra sonrojar a este científico tímido y reservado, que no quiere saber de distinciones. "Yo sólo quiero dedicarme a lo mío, a la ciencia", afirma, mientras comienza a explicar cómo es que ha llegado a revolucionar las creencias sobre la mente humana. La manía de las explicaciones La afición de este neurólogo por la mente humana comenzó cuando era aún un niño. Vivía entonces en casa de su abuelo, y allí presenció una escena que marcó su futuro. En la sala de espera del consultorio, Llinás vio a un hombre que sufría un ataque de epilepsia. Su abuelo intentó explicarle que el señor convulsionaba sin quererlo de verdad, y fue entonces cuando comprendió que la mente humana es capaz de mucho más de lo que es posible imaginar. Años más tarde, cuando comenzó a estudiar medicina en la Universidad Javeriana, dedicaba sus vacaciones a ‘colarse‘ en los laboratorios para comprender la fisiología. Dio la vuelta al mundo haciendo especializaeiones en las más prestigiosas universidades. Aprendió e investigó junto a los más renombrados científicos. Realizó estudios de biomédica, cientos de investigaciones, y escribió tomos enteros sobre el funcionamiento de la mente humana. Se casó con Gillian, una filósofa australiana, para tener tiempo de terminar las discusiones que comenzaron en Canberra en 1965. Tuvieron dos hijos, quienes hoy estudian medicina. Pero en cuanto a terminar las discusiones, como el científico mismo lo dice "todavía seguimos en eso". Durante todo ese tiempo Llinás nunca abandonó su obsesión por entender qué es y cómo funciona el hombre. Como él mismo lo dice, "lo que necesito es saber cómo funciona el cerebro antes de morirme. Sería muy triste pasar por esta vida como lo haría un saco de papas, sin haber entendido nuestra naturaleza un poquito". Para evitar que eso sucediera, se dedicó de lleno a estudiar las neuronas y sus propiedades, la relación química y eléctrica que existe entre estas células, la organización neurológica del cerebelo y el movimiento, y el comportamiento de los tejidos del cerebro. Pero se requirieron todos los conocimientos sobre las partes y funciones del cerebro humano y 35 años de investigaciones para lograr llegar al meollo del asunto: cómo todos esos elementos y propiedades interactúan para darle al ser humano el don de la conciencia. La explicación de su trabajo podría parecer un trabalenguas. Pero además de ser una de las eminencias mundiales en neurología, Llinás posee un gran talento para ponerse a la altura de su auditorio y explicar los grandes misterios de la ciencia en términos comprensibles. "Es muy simple, -dice sobre su reciente investigación sobre la conciencia-, cuando pensamos, estamos uniendo retazos de cosas, que llegan por diferentes vías al cerebro. Los colores llegan por una vía, el movimiento por otra, la forma o los sonidos por otras distintas La gran incógnita que siempre ha habido es, ¿cómo hacemos para juntar todos estos pedacitos de percepción que nos dan los sentidos para hacer una imagen única sobre el mundo externo? Ese es uno de los misterios que más ha intrigado a los científicos. Se le llama el problema de la unión, y es a ese problema al cual estoy tratando de dar respuesta". Los resultados de sus investigaciones están claramente en contra de la filosofía general que la comunidad científica tenía acerca de cómo funciona el sistema nervioso. Hasta el momento, la teoría que predominaba para explicar cómo era que de los retazos de percepciones la ménte llegaba a una imagen del mundo exterior, reposaba en la conectividad celular. Esta tesis sostiene que una célula de la corteza cerebral, encargada de percibir el olor, le comunica la información a otra célula, que a su vez se la dice a otra, y así sucesivamente. Al final de la cadena se crea una especie de tejido que logra unificar el todo, algo así como una gran pantalla de televisión, compuesta por miles de granos. Estos granos, al estar juntos, serían los que producirían la imagen del mundo exterior. El problema es que la cantidad de información que llega al cerebro es inmensa, y una pantalla de televisión no bastaría. Ese fue siempre el talón de Aquiles que Llinás vio en la teoría de la conectividad y la razón por la cual nunca estuvo satisfecho con esa explicación. Arrancó entonces a buscar otra más satisfactoria. Para ello inventó en su laboratorio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York toda clase de aparatos, que él mismo diseñó, para cuantificar y medir la actividad cerebral. Encontró, entre otras cosas, que el cerebro registra, en toda la superficie de la corteza cerebral, un ritmo de actividad de 40 ciclos por segundo, algo que nadie antes de él había descubierto. Y esto le dio una de las primeras claves para comenzar a buscar la explicación para la conciencia. Una conciencia distinta Llinás dio al traste con la teoría de la conectividad con el argumento que la clave para construir la imagen no es tanto el espacio -que en este caso sería la pantalla-, sino que es más bien el tiempo. En vez de ir dándose información unas a otras hasta llegar a la pantalla, todas las neuronas encargadas de transmitir las percepciones envían simultáneamente -desde donde están- cargas eléctricas. Sin embargo, no basta con las descargas eléctricas al unísono. Tiene que haber ‘algo‘ que las registre o las lea. En ese punto interviene un barrido tipo radar del cerebro, que se encuentra en el tálamo, en el núcleo intralaminar. Cada cierto tiempo, en este caso 12.5 milisegundos, este núcleo envía una señal similar a la de los antiguos radares marinos, que ‘barre‘ el área y registra las cargas eléctricas de las neuronas, como una cámara que registrara una escena cada cierto tiempo. En ese momento, cuando el tálamo registra los impulsos de las neuronas, es cuando se hace la unión de los pedacitos de percepción y se crea la imagen. Cada vez que el cerebro realiza uno de estos barridos se crea un nuevo retrato, una nueva organización temporal, una medida o quantum de conciencia. Es así como el barrido que hace el cerebro sería el que hace la unión de la información desde las distintas partes de la corteza que se ocupan de los diferentes sentidos. En otras palabras, no es en un lugar del cerebro, sino en un instante en el tiempo, que se hace la unión. Volviendo al ejemplo del cine, es como si la mente creara muchas fotografías fijas por segundo, y, como en el cine, la rapidez y continuidad con que se proyectan esas imágenes fijas dan la sensación de movimiento. Esta frecuencia de 40 ciclos resulta más que suficiente para sentidos como el oído, pero no para la vista. Es por esa razón que el ser humano oye más rápido de lo que ve. El fondo del asunto es entonces la organización del tiempo, para que las neuronas funcionen todas coordinadamente. Por supuesto, el cerebro no siempre funciona con la misma intensidad, y eso es lo que determina los estados funcionales. Cuando las células del tálamo funcionan a razón de dos ciclos por segundo, el cerebro está en estado de sueño profundo. A 10 ciclos por segundo, la persona está despierta, pero no está prestando atención al mundo exterior. A 40 ciclos, el cerebro está despierto, o soñando intensamente. Cuando se presenta una lesión en el núcleo intralaminar del tálamo, la persona cae en un coma profundo. Y todo esto, tan complejo pero tan lógico a la vez, es algo que la comunidad científica jamás había descubierto. Hasta el momento el funcionamiento de la más leve percepción humana había sido un verdadero enigma para la ciencia. Y fue Llinás quien proporcionó las explicaciones. "Hasta ahora, había habido ciertas teorías específicas sobre ciertas funciones del cerebro, pero nunca una teoría general que permita explicar el estado de vigilia, el sueño, los desórdenes siquiátricos o la capacidad humana para organizar la percepción general. Por eso se le ha dado tanta importancia". Obviamente, ya han surgido varios críticos sobre la validez de sus explicaciones. "Es posible que mi explicación sea cierta. Como es una teoría sumamente importante va a requerir que la estudie mucha gente, como sucede siempre con los hallazgos de esta índole". Sea como fuere, Llinás ha dado la primera teoría general de cómo podría funcionar la mente y esa es, hasta ahora, la explicación más completa y más articulada sobre el gran misterio de la mente humana. Por esa razón, entre los especialistas y científicos ya hay quienes llaman a este hombre ‘el cerebro del cerebro‘. Para los colombianos, que en estos tiempos de des-certificaciones y de mala imagen han visto llover todo tipo de reproches y acusaciones, Rodolfo Llinás se ha convertido en el colombiano de mostrar. ¿Cómo funciona el cerebro? 1. El caminante está atento al paisaje, los sonidos, los olores, la temperatura y a sus propios movimientos. Pero los sentidos no registran una imagen completa, como una cámara, sino miles de pedacitos de percepción. Las partes fragmentadas de la información son procesadas individualmente y transmitidas al cerebro. 2. Los datos sensoriales llegan a un área específica del tálamo y la corteza cerebral. Cada sentido ocupa un área específica de la corteza. Pero las percepciones están dispersas por toda la corteza. Cómo se unen en una sola imagen? Ese es el que los estudiosos del cerebro llaman el `problema de la unión‘.3. El cerebro tiene un sistema de radar que "barre" todas las áreas de la corteza cada 12.5 milisegundos. El barrido toma la forma de una onda de impulsos nerviosos que proviene del tálamo.4. Todas las respuestas recibidas por el tálamo en un solo ciclo conforman una imagen única, un momento de conciencia. Las imágenes se crean tan rápido que parecen contínuas. La información se une no en un lugar (no hay una pantalla), sino en el tiempo: el tiempo de barrido del tálamo. Según esta teoría, la conciencia es el diálogo entre el tálamo y la corteza cerebral.5. El mecanismo de barrido registra en cada ciclo todas las células cerebrales de la corteza que están percibiendo información sensorial. Las células emiten sincronizadamente una onda de mensajes hacia el tálamo. Cuando el perro se va, una determinada célula visual de la corteza se inactiva y no responde más al barrido del tálamo. Tiempo para todo Además de revolucionar el ámbito científico con nuevas explicaciones sobre el cerebro humano, Rodolfo Llinás ha tenido tiempo para ocuparse de su otra pasión: la educación. El año pasado le dedicó buena parte de su tiempo a planear una revolución educativa en Colombia. Parte de ella es la introducción de una nueva materia en el pensum escolar, llamada Cosmología. "El problema, -advierte Llinás en el discurso de presentación de la Misión Ciencia y Educación que conforrnó con otras eminencias-, es que se enseña sin asegurarse que se entienda lo aprendido. La diferencia entre saber y entender es monstruosa... y se requiere que a los estudiantes se les dé el marco necesario para que lo memorizado tenga una localización en un ‘árbol mental‘ que reúna e integre el conocimiento". Se trata de un módulo que se encargue de dar una explicación global de los conceptos, de modo que los niños entiendan el cómo y el porqué de lo que aprenden, cómo los desarrollos en un área son importantes y qué consecuencias trae eso. La idea es introducir esa asignatura cada año. Comenzar con explicaciones muy sencillas. "¿Por qué no hacerlo como lo hicieron en la historia? pregunta el profesor Llinás en una entrevista publicada por la Universidad Autónoma de Puebla (México). Se comienza con los niños desde una civilización muy sencilla, donde se entiende el lenguaje hablado y luego la importancia de las letras, de las agricultura. Eso le proporciona al niño conceptos generales de cómo surgió la civilización. Sería magnífico y más lógica.. Es que los niños son profundamente inteligentes, tienden a adquirir las bases del conocimiento general... los detalles uno los aprende en la universidad, pero las cosas grandes e importantes se aprenden en la primaria y en la secundaria. Si a uno le pudieran explicar los conceptos generales, aprender sería un placer". Gracias a conceptos como estos, Rodolfo Llinás se ha encargado de participar en la formulación de las estrategias educativas del futuro, de las cuales depende directamente el desarrollo del país. Para él, es un privilegio poder reorganizar un sistema tan masivo como el educacional.