Expo Lisboa, la última feria del siglo XX, está dedicada a los océanos.por estos días Lisboa tiene sabor a mar. No sólo porque es una ciudad costera ubicada entre la desembocadura del río Tajo y el Atlántico sino porque es el escenario de la última feria mundial del siglo XX, que en esta ocasión tiene como tema la conservación de los océanos. El mar está presente en todos y cada uno de sus 147 pabellones, en el diseño de sus modernos edificios, que evocan buques, muelles, peces y palmeras. Está latente en las fuentes, en el teatro callejero y en los diferentes espectáculos que se realizan alrededor de esta feria, que coincide con los 500 años del primer viaje del portugués Vasco da Gama a la India. El agua, el 70 por ciento del planeta, es protagonista. En una superficie que equivale a la de 10 canchas de fútbol se recrean los viejos mitos sobre los océanos, se pueden hacer viajes imaginarios por la historia y recordar cómo el mar fue la vía clave para el descubrimiento y la conquista de nuevas y exóticas tierras. De la misma manera la Expo ofrece la posibilidad de repasar los conocimientos sobre el mágico mundo submarino y la manera como el hombre lo aprovecha en su desarrollo. Una de las grandes atracciones es el oceanario, un acuario de grandes dimensiones, construido por el arquitecto Peter Chermayeff, que alberga cientos de especies marinas, desde temibles tiburones hasta microorganismos imperceptibles que viven bajo el agua. Y no falta el mar como fuente de inspiración poética y como escenario para el placer y el ocio. En otro de los pabellones temáticos, el de la utopía, se puede apreciar un excelente montaje teatral del grupo francés Rozon, inspirado en el mito de la creación. Los pabellones de los países también están en sintonía con el agua. Haciendo uso de avanzadas técnicas audiovisuales algunos, como los de Croacia y Colombia, exhiben la riqueza de sus mares. Francia, Holanda, Bélgica y China muestran en sus stands información sobre todas las investigaciones que realizan en sus mares; Japón se identifica con un mensaje ecológico para prevenir la muerte de los maresy Portugal, el país anfitrión, presenta los océanos como vehículo de comunicación y conocimiento y muestra el papel que desempeñaron en la historia de los descubrimientos. Alemania, por el contrario, se lanzó más allá. Con un sofisticado montaje futurista, incluye una visita a una estación marina a 400 metros de profundidad, y gracias a los efectos de la realidad virtual permite que los visitantes se anticipen al siglo XXI. La Expo no es, pues, sólo una feria para ver. Es también para aprender. Pero tal vez lo más importante es que Expo Lisboa es el espacio indicado para la reflexión sobre la necesidad de proteger este recurso para el futuro.Aunque el motivo de la feria es el agua, la intención del evento también es embarcar a Portugal en el mismo tren del desarrollo de los demás países de la Comunidad Europea. De hecho, la Expo ya ha propiciado una serie de obras de gran envergadura como puentes y carreteras en todo el país para comunicar a Portugal con el resto de Europa, lo mismo que la generación de modernas urbes. Lisboa no ha escapado a este nuevo impulso y será objeto de una profunda renovación urbana que incluye salvar los bellos edificios de los barrios antiguos. Se construyó el puente Vasco da Gama que, con sus 17 kilómetros de longitud, es hoy por hoy el más largo de Europa. Cuando termine la Expo el sitio que hoy ocupan los pabellones será asiento de una de las urbanizaciones con más proyección futurista del país. Tendrá como puerta de entrada la hermosa Estación de Oriente, un complejo de transporte diseñado por el ingeniero Santiago Calatrava. La feria también ha disparado el turismo. Se espera que de aquí al 30 de septiembre 15 millones de personas la visiten. Y no cabe duda de que todo aquel que llegue a la capital de Portugal tendrá en la Expo la posibilidad de ver, no importa las coordenadas reales de su geografía ni las diferencias culturales, cómo 147 países del mundo se han unido en torno de un solo tema: el mar y la necesidad de conservarlo para la sobrevivencia del hombre.